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BAJO LA CAPERUZA HABÍA UNA TRABAJADORA: LA TRAYECTORIA DE UNA OBRERA METALÚRGICA EN LA ARGENTINA POSTPERONISTA
SOB O CHAPEUZINHO ESTAVA UMA TRABALHADORA: A TRAJETÓRIA DE UMA OPERÁRIA METALÚRGICA NA ARGENTINA PÓS-PERONISTA
UNDER THE HOOD WAS A WORKER: THE TRAJECTORY OF A METALLURGICAL WORKER IN POST-PERONIST ARGENTINA
Caminhos da História, vol. 28, núm. 2, pp. 40-57, 2023
Universidade Estadual de Montes Claros

Dossiê

Caminhos da História
Universidade Estadual de Montes Claros, Brasil
ISSN: 1517-3771
ISSN-e: 2317-0875
Periodicidad: Semestral
vol. 28, núm. 2, 2023

Recepción: 28 Mayo 2023

Aprobación: 28 Junio 2023


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Resumo: O tema deste artigo é a reconstrução da trajetória de Elida Curone, uma trabalhadora metalúrgica e delegada de fábrica, na Argentina pós-peronista. O objetivo é recuperar a gravitação das bases na resistência à sucessão de governos autoritários desde 1955 e, principalmente, o lugar das mulheres nessas ações. Para tal, iremos primeiro recorrer à bibliografia e analisar a representação do género e da mulher trabalhadora; Em segundo lugar, colocaremos essas constatações em diálogo com diversos documentos que nos permitem aproximarnos da trajetória laboriosa e militante de Curone. Buscaremos tornar visíveis as relações de poder entre os gêneros para tornar mais complexa a reconstrução das experiências de resistência, a partir de uma perspectiva de gênero, fábrica e sindicato. Nas conclusões buscaremos resgatar essa participação das mulheres na resistência às ditaduras, por meio dessa experiência biográfica.

Palavras-chave: Operária, Argentina, Peronismo.

Resumen: El tema de este artículo es la reconstrucción de la trayectoria de Elida Curone, una trabajadora metalúrgica y delegada de fábrica, en la Argentina postperonista. El objetivo es recuperar la gravitación de las bases en la resistencia a las sucesiones de gobiernos autoritarios desde 1955, y en especial el lugar de las mujeres en esas acciones. Para hacerlo, apelaremos en primer lugar a la bibliografía y analizaremos la representación del género y la mujer trabajadora; en segundo lugar, pondremos en diálogo esos hallazgos con diversos documentos que nos permiten acercarnos a la trayectoria trabajadora y militante de Curone. En ese trayecto, buscaremos visibilizar las relaciones de poder entre géneros para complejizar la reconstrucción de las experiencias de resistencias generizadas, fabriles y sindicales. En las conclusiones buscaremos recuperar esta participación de las mujeres en las resistencias a las dictaduras, a través de esta experiencia biográfica.

Palabras clave: Obrera, Argentina, Peronismo.

Abstract: The subject of this article is the reconstruction of the trajectory of Elida Curone, a metalworker and factory delegate, in post-Peronist Argentina. The objective is to recover the gravitation of the bases in the resistance to the succession of authoritarian governments since 1955 and, mainly, the place of women in these actions. To do so, we will first appeal to the bibliography and analyze the representation of gender and the working woman; Secondly, we will place these findings in dialogue with various documents that allow us to get closer to Curone's laborious and militant trajectory. In this journey, we will seek to make visible the power relations between genders, in order to make more complex the reconstruction of the experiences of gendered, factory and union resistance. In the conclusions, we will seek to recover this participation of women in resistance to dictatorships, through this biographical experience.

Keywords: Worker woman, Argentina, Peronism.

Introducción

En este artículo buscaremos reconstruir la trayectoria de una trabajadora metalúrgica, y delegada de fábrica, en la Argentina postperonista. El objetivo es recuperar la acción de las bases en la resistencia a las sucesiones de gobiernos autoritarios desde 1955, particularmente el protagonismo de las mujeres en esa resistencia, recorriendo una experiencia militante, de base.

Ello nos obliga, en primer lugar, a destacar la dificultad de recuperar la experiencia de esas bases, que se hace más difícil en el caso de mujeres. En tanto actores sociales que han dejado pocos rastros, deberemos apelar a fuentes muy diversas. Sin embargo, podemos anticipar que el caso elegido, la trabajadora de caperuza que presenta el título, ha dejado algunos rastros indirectos en diversos trabajos que se dedicaron a quien se convirtiera en su esposo, un gravitante dirigente sindical de la década de 1960 en Argentina. Ello conllevará otra dificultad. Si la búsqueda de rastros de bases y mujeres trabajadores es compleja, y requiere, como dijimos, la apelación a fuentes diversas y alternativas para realizar una reconstrucción adecuada, también deberemos apelar a una estrategia específica para leer a nuestra trabajadora en las obras que se dedicaron a su esposo.

El artículo entonces tiene un segundo objetivo. Además de buscar reconstruir una trayectoria de una trabajadora que fue parte de movimientos de base de resistencia a los gobiernos autoritarios, se indagará la posibilidad de lectura de esa trayectoria a partir de una cantidad y calidad de fuentes muy diversas. Por ello el artículo comienza por ese punto, la lectura a contrapelo de los trabajados dedicados a Augusto Vandor, para buscar en ellos no al dirigente sindical, sino la representación del género y la mujer trabajadora en general, y la presencia de su compañera, Élida Curone, en particular, en tanto su trayectoria como trabajadora es nuestro caso de estudio. En segundo lugar, haremos una reconstrucción de la experiencia general de mujeres, trabajadoras y militantes metalúrgicas en la Argentina postperonista, y en especial de la fábrica Philips, donde ambos trabajaron y fueron delegados. En tercer lugar apelaremos a otros documentos, fuentes diversas, fragmentadas, en ocasiones aparentemente menores, pero sobre todo dispersas, para acercarnos más en profundidad a nuestro caso. Finalmente, en las conclusiones buscaremos recuperar esta participación de las mujeres en las resistencias a las dictaduras, a través de una experiencia biográfica.

Una lectura alternativa de las biografías de Augusto Vandor

[Augusto Vandor] a su paso por Philips no sólo le debe su ascendente carrera gremial, sino también uno de los apodos que lo haría famoso: ‘El Lobo’. Curiosamente, no se debió a su reputación de hábil negociador sino a una operaria que él cortejaba y solía usar un pañuelo o caperuza roja. ‘Ahí van el Lobo y la Caperucita’, solían bromear sus compañeros de trabajo (Gorbato, 1992: 38.).

Augusto Vandor fue durante la década de 1960 uno de los dirigentes sindicales más importantes de Argentina; en tanto tal, su gravitación se expandió del sindicalismo al peronismo, y se convirtió en uno de los líderes más relevantes del movimiento político que quien le daba su nombre, Juan Perón, buscaba conducir desde su exilio. La trayectoria de Vandor, su hegemonía sindical y política hasta su asesinato en junio de 1969, justificó varios trabajos sobre su persona. Mas allá de los trabajos generales sobre sindicalismo y política, donde se abordaba su figura tangencialmente, hubo que esperara hasta 1990 para encontrar algún trabajo biográfico. En la década de 1990, desde el periodismo se elaboraron tres biografías de Vandor: estos trabajos son los de Viviana Gorbato (1992), Senén González y Bosoer (1993 y 2009) y Álvaro Abós (1999). Cabe comenzar por la primera de ellas la indagación que nos proponemos en este primer apartado: recuperar la presencia de aquella delegada en los trabajos que se dedicaron a la trayectoria de su compañero, leyendo a contrapelo esos trabajos para rescatar pequeñas luces que permiten ofrecer una primera imagen de la trayectoria de Curone y analizar cuál es la representación del género y la mujer trabajadora.

Elida Curone en el libro de Viviana Gorbato, Vandor o Perón

El libro de Viviana Gorbato Vandor o Perón está compuesto a partir de notas periodísticas, bibliografía secundaria y entrevistas. Esta última fuente es tal vez el principal aporte de su trabajo, porque le permitió recoger por primera vez (y en muchos casos última) el testimonio de viejos amigos de Vandor, colegas, rivales, compañeros, y la voz de su esposa, Élida Curone. Aquí nos vamos a centrar en este último testimonio, y leeremos el libro de Gorbato no para ver lo que dice de Vandor, sino para acercarnos a la experiencia de Curone, como trabajadora o militante. Creemos que en parte es posible, aun cuando la estrategia de lectura deba reparar en que la voz que nos llega pasó varios filtros: en primer lugar, en la entrevista que le hizo Gorbato el interés era por Vandor, no por Curone; en segundo lugar, si en esa entrevista se habló de la experiencia de Curone como obrera no lo podemos saber, porque su estado no es de acceso público (desconocemos el destino de los casetes que grabó Gorbato), y solo nos llegó a través de lo que la autora del libro decidió poner en él; aquí está el tercer filtro, lo que Gorbato publicó fue lo que Curone dijo de Vandor, no de sí misma.

A partir del libro podemos saber que Viviana Gorbato entrevistó a Élida Curone en diciembre de 1989; lo hizo en su lugar de trabajo, el policlínico de la Unión Obrera Metalúrgica. Las primeras menciones de “la señora de Vandor” tienen que ver con que ella le certificó a la autora del libro la fecha de nacimiento de Vandor, y los recuerdos que de él tenían en Bovril, el pueblo de Entre Ríos donde nació el sindicalista (Gorbato, 1992: 12 y 13). Recién en el capítulo cuatro la voz de Curone se amplía. A partir de allí se concentran unas cinco páginas escritas en base a su testimonio, que Gorbato utiliza para reconstruir el Vandor íntimo.

Es curioso el comienzo del párrafo, con las palabras de Curone: “‘Mi marido era un hombre pacífico, siempre quería dialogar. Él pensaba que había que hablar con todos, hasta con los comunistas, que en ese momento eran mala palabra’, recuerda Elida Curone de Vandor en un oscuro pasillo que hace las veces de oficina”[1]. Este señalamiento de que la entrevista se desarrolló en el trabajo de Curone le permite a Gorbato contrastar su realidad con las mujeres de los sindicalistas de los años noventa (cuando se publicó su libro) a quienes hace aparecer como testaferras de sus maridos: “Elida Curone nunca reveló vocación empresaria, sigue siendo empleada. Nació en Río Cuarto, Córdoba, el 21 de marzo de 1931. La voz de la señora de Vandor es palabra santa en el segundo subsuelo del policlínico de la UOM” (GORBATO, 1992, p. 61-62).

Después siguen varias pinceladas, entre ellas la desmentida a Rodolfo Walsh (“mi marido nunca iba armado. Los otros habían ido a matarlo a él”) o la inquina con Patricio Kelly, otro opositor a Vandor en la década de 1960 (GORBATO, 1992, p. 62). Finalmente, Gorbato cita el momento en que ambos se conocieron, en la fábrica Philips, cuando Vandor ingresó a trabajar allí:

Yo estaba en la sección válvulas. Era un trabajo muy delicado (en ese tiempo las radios no llevaban transistores). El entró en la parte de matricería y enseguida fue delegado. Creo que no cumplió el tiempo reglamentario. Yo era menor de edad así que tuve que esperar a los 21 años para que me eligieran delegada. Fuimos amigos durante muchos años y compañeros de lucha. Siempre estábamos juntos, aunque al principio éramos sólo compañeros […] Pasamos juntos tiempos muy duros. Yo era una mujer de mucha acción. Mi marido siempre pensaba que había que dialogar, claro que yo ahora también cambié. (GORBATO, 1992, p. 62)

Estuvieron de novios cinco años y se casaron en 1963. En el libro de Gorbato las palabras que siguen son mayormente de la vida de casados en los años sesenta, los hijos (Marcela y Roberto), la familia, la vida privada más allá del sindicato. Intercaladas, aparecen cuestiones interesantes: la primera es que otra obrera de Philips pude haber sido la verdadera Caperucita Roja (“Cuando se le pregunta si usaba pañuelo rojo, se ríe enigmática. ‘¡Ah!, esa historia de la Caperucita, ponele que sí’, agrega como queriendo no romper el encanto de la leyenda”[2]); la boda fue por Iglesia, a pesar de Curone:

e planteó que si no era por Iglesia no nos casábamos. Tuve que ceder. Yo también pertenecía a una familia católica pero juré que no iba a pisar más la Iglesia. Estaba muy resentida porque a causa de nuestra militancia peronista, cuando murió mi madre un cura se negó a darle la extremaunción. (GORBATO, 1992, p. 43)

Finalmente, asegura que “durante la época de los milicos, yo era una de las pocas que no me dejaba pisar. Les hacía frente” (GORBATO, 1992, p. 62).

La recuperación del testimonio de Curone en otras biografías de Vandor

El testimonio de Curone recogido por Gorbato se convirtió en el primero y único; a juzgar por las investigaciones posteriores sobre Vandor, todas vuelven al libro de Gorbato para buscar la voz de Curone. Y aquí tenemos un nuevo filtro: lo que esas otras biografías tomaron del trabajo de Gorbato. Un año después de Vandor o Perón, los también periodistas Santiago Senén González y Fabian Bosoer publicaron un libro con breves biografías de dirigentes sindicales metalúrgicos. La primera de ellas dedicada a Vandor, tiene entre otras fuentes a los testimonios de Gorbato. De Curone solo recuperan que Vandor no sospechó que lo asesinarían (SENÉN GONZÁLEZ; BOSOER, 1993, p. 30), o cuando logró convencer a “su aguerrida compañera durante más de diez años de casarse por Iglesia” (SENÉN GONZÁLEZ; BOSOER, 1993, p. 38).

A fines de los años noventa el periodista (y abogado y escritor) Álvaro Abós publicó una breve biografía de Vandor; allí recuperó el testimonio de Curone de una manera sugestiva: “La relación de Vandor con el sindicato se enlazó con el mundo afectivo. La que sería su esposa, Élida Curone, se lo ha relatado así a Viviana Gorbato: ‘Yo estaba en la sección válvulas…’” (ABÓS, 1999, p. 17). Otro lugar en el trabajo de Abós para Curone está cuando se pregunta por el origen del apodo, “El lobo”, sobre el que “hay dos versiones. Una es angélica: se lo llamaba así porque cortejaba a una compañera de la fábrica (¿Élida Curone?) que solía usar una caperuza […] Según la versión maldita, el apodo obedecía a la forma como acechaba y caía sobre sus rivales para abatirlos” (ABÓS, 1999, p. 29). El tema del apodo aparece en la (única) mención que hace de Curone una trabajadora metalúrgica en su autobiografía (VOTO, 2012, p. 31), y el origen del apodo “Lobo” será la gran excusa para que aparezca el nombre de Curone en diversos textos que se acercan a Vandor.

En la biografía más reciente, en la que Senén González y Bosoer vuelven sobre Vandor, citan de Curone la referencia a los tiempos duros que pasó con Vandor y su voluntad de diálogo por sobre la de acción de ella (SENÉN GONZÁLEZ y BOSOER, 2009, p. 51). Después, apenas recuperan en pocas líneas la biografía de Curone, a partir de datos aparecidos en el texto de Gorbato, y que citamos supra (SENÉN GONZÁLEZ y BOSOER, 2009, p. 83).

En resumen, después de Gorbato nadie profundizó en la trayectoria de Curone. Nadie fue más allá de lo dicho por Curone, lo citado por Gorbato. Y en el nuevo filtro, en aquello que estas otras biografías tomaron del trabajo de Gorbato, no se profundizó ni siquiera en la experiencia en esos años en Philips, repararon cada vez menos en la fábrica, en Curone-Vandor trabajadores y delegados. Así, a pesar de sugestivas referencias a una trabajadora calificada, militante que no rehuía de la acción y pasó tiempos duros, las referencias no pasaron de lo afectivo y la caperuza en el origen del apodo del “Lobo” Vandor, quedando en las sombras la experiencia de una mujer trabajadora y delegada.

Otro libro, en este caso las memorias de una militante peronista, nos ofrece un testimonio para sumar al caso Curone. En su relato sobre su experiencia de vida, la militante peronista Marta Curone (que compartió el apellido pero no tenía vínculos con Élida) contó que cuando en enero de 1956 la detuvieron junto a sus padres, ella y su madre recuperaron la libertad en quince días, pero su padre estuvo seis meses preso; la detención era justificada por el gobierno militar en que tenía “dos hijas peligrosas”, Marta y Élida. Pero entre ambas no había relación: “Nos habían confundido como hermanas. Y al parecer, Elida, era la más peligrosa, ya que a los pocos días mi padre recuperó su libertad”. Marta Curone aclaró en su libro:

Élida Curone, obrera de la Phillips, fue una de las 7 mujeres confinadas al sur, detenida en la Correccional de Mujeres. Cuando gendarmería ocupó su fábrica, comentaron que arrebató la ametralladora a uno de los que la invadieron. Quiso gatillar pero el artefacto infernal tenía el seguro puesto. En la época de su detención –que coincidió con la mía-, estaba de novia con Augusto Timoteo Vandor, con quien años después se casó. Charlando sobre la coincidencia de nuestro apellido –no común por cierto-, nuestros antepasados resultaron del mismo pueblo de la alta Italia...[3]

A partir de lo relevado hasta ahora en esta bibliografía, podemos ver que Curone es presentada como la compañera de Vandor, quedando en la sombra la obrera y delegada de Philips. De una relectura y un desglose de esa presentación podemos recuperar, en primer lugar, a la mujer a quien posiblemente se le deba el apodo del “Lobo” a Vandor; en segundo lugar, una trabajadora de Philips (de la sección válvulas, donde hacía un trabajo delicado); en tercer lugar, una delegada sindical; en cuarto lugar, una militante que pasó tiempos duros y se autodefinía como de “mucha acción”; a esto puede sumarse (a partir del testimonio de Marta Curone) que por estas últimas características fue detenida, situación que no contó a Gorbato, o Gorbato no puso en su libro. Este desglose puede profundizarse a partir de otros documentos; con todos ellos, en definitiva, podremos aproximarnos a la trabajadora bajo la caperuza.

Trabajadoras y delegadas metalúrgicas

El objetivo de este apartado es profundizar lo que en la bibliografía citada encontramos de Curone como obrera: analizar lo que era presentado como un trabajo muy delicado, y la posibilidad de las mujeres trabajadoras de ser electas como delegadas de fábrica. Para ello repararemos en reconstrucción de la experiencia general de mujeres trabajadoras, en la industria metalúrgica en general, y en la fábrica Philips en particular[4].

Entre las dimensiones de análisis de esta cuestión, tenemos que reparar en primer lugar en que estamos con un caso, Philips, donde se daba una alta presencia femenina en su plantel de trabajadores, que era común en la subrama metalúrgica de productos eléctricos, pero no era para nada común en la industria metalúrgica en general. Así, en esta fábrica al analizar la participación de mujeres en su producción y la división de género en la planta, debemos decir que las obreras eran mayoría en las secciones de lámparas incandescentes, lámparas a gas, válvulas de radio, en el armado de receptores de radio, y en accesorios para receptores de radio. Esto nos lleva a un tópico central de los estudios de trabajo y género, como la calificación laboral del personal femenino.

Al analizar las capacidades laborales algunos estudios indican que el trabajo femenino es señalado como no calificado, no por la actividad laboral en sí misma, la formación o habilidad que requiere, sino por el sexo de quien hace el trabajo[5]. En nuestro caso podemos decir que las obreras de Philips realizaban trabajos complejos, que requerían especial cuidado y experiencia; la propia Curone señaló que su tarea en la sección válvulas era “un trabajo muy delicado” (GORBATO, 1992, p. 62). A pesar de ello, no faltaron valoraciones desiguales del trabajo femenino, que junto con el tópico relacionado de la segregación espacial dentro de las fábricas (las mujeres en determinadas secciones) se traducía en diferentes oportunidades a la hora de representar al colectivo obrero, y en desigualdad salarial.

La participación de las mujeres en la representación sindical está especialmente vinculado al caso Curone, en tanto sabemos por su testimonio a Gorbato que ella entró a trabajar como “menor de edad así que tuve que esperar a los 21 años para que me eligieran delegada”, es decir, fue delegada desde el año 1952. Las mujeres ocupadas en Philips eran mayoritariamente jóvenes, pero no solo jóvenes, y la empresa disponía de una guardería para cuidar a los hijos del personal durante las horas de trabajo. Aun así, su participación en la vida sindical era menor que los varones. Por ejemplo, en junio de 1956, una lista que se presentó en Philips para elecciones de delegados y delegadas tras la intervención sindical, contó sólo siete mujeres entre cuarenta candidatos. A pesar de que a mediados del siglo XX las mujeres estaban integradas y participaban en los sindicatos, la desigualdad siguió siendo la norma, que mermaba la participación de las trabajadoras, establecía un techo sindical en la elección como delegadas y no accedían a espacios de dirección. Esa dificultad para la participación sindical de las mujeres se sostenía en parte en discursos que anclaban la identidad femenina en la vida doméstica, aceptaban el trabajo fuera de la casa durante la juventud, o implicaban el doble trabajo en la fábrica y el hogar; esas horas, en suma, dejaban poco tiempo, o no dejaban, para la actividad sindical.

Otros espacios de minusvaloración del trabajo femenino se daban al obtener menor salario por igual tarea (en el sector metalúrgico, por convenio, hacia 1948 cobraban el 80% de los hombres, en 1951 se elevó al 90%, y en 1960 se equipararon definitivamente los salarios); además, esa minusvaloración se veía en varios aspectos del discurso laboral y sindical, donde en general se invisibilizaba la presencia femenina, no mencionando la existencia de obreras ni de delegadas o marginándolas cuando aparecían, y en la caracterización de su supuesta docilidad y no afectación de la paz industrial. Con otras fuentes podemos ver como las mujeres tuvieron participación activa en las fábricas y la resistencia posterior al golpe que derrocó a Perón.

Otras fuentes para la vida de una trabajadora metalúrgica

Habiendo pasado por los libros que posaron su mirada en Vandor y dejaron pinceladas de Curone, y sobre la experiencia general de obreras metalúrgicas y de las de Philips en particular, podemos ahora apelar a otros documentos, unas fuentes variadas, fragmentadas y dispersas, para acercarnos más en profundidad a nuestro caso[6].

La participación de mujeres en la acción colectiva, en conflictos sindicales, suele estar poco abordado para el período que estamos trabajando. Gorza analizó la participación de mujeres en acciones armadas, en la prensa, actos de resistencia cultural y en la organización partidaria del peronismo, durante los años de la resistencia, y advirtió la complejidad del análisis de las mujeres en la acción sindical durante ese período, entre otras cuestiones, por la “dificultad de hallar huellas de esa participación en las fuentes a raíz de los techos de cristal que históricamente han atravesado a los espacios sindicales” (GORZA, 2022, p 19).

En especial, ahora buscaremos aquello que nos permita profundizar en Curone como una trabajadora y delegada, que en sus palabras había pasado tiempos duros porque “era una mujer de mucha acción”. Algunos testimonios dan cuenta de la búsqueda de participación de las mujeres a la par de los hombres, en los diversos espacios de resistencia, en las respuestas a los avances del autoritarismo político y laboral. En el caso Philips las encontramos buscando participar en los piquetes de huelga de la fábrica en el conflicto de 1954, hasta entre quienes fueron a la Plaza de Mayo a defender a Perón cuando los aviones de la marina de guerra bombardearon la Casa de Gobierno en junio de 1955[7]. Para el período posterior al golpe de Estado de 1955 (cuando se suele destacar la represión contra las legisladoras e integrantes del Partido Peronista Femenino, y la participación de mujeres en diversas acciones clandestinas de la resistencia y liderazgos femeninos en los barrios) encontramos los primeros rastros de Curone como mujer de mucha lucha.

Tras el golpe de Estado, más precisamente tras el recambio del general Lonardi por Aramburu, comenzó una sostenida persecución y represión a los trabajadores. La CGT y los sindicatos fueron intervenidos, y sus autoridades reemplazadas por militares. El sindicato metalúrgico fue intervenido, y los delegados de fábrica electos por los trabajadores fueron removidos. En la empresa Philips eso sucedió el 20 de noviembre de 1955, cuando el gobierno militar buscó reemplazarlos por delegados puestos a dedo, elegidos entre los más viejos de la fábrica. El recambio autoritario motivó la resistencia de las y los trabajadores y en Philips se llevó a cabo uno de los primeros movimientos de resistencia a la intervención. El 30 de diciembre el personal se declaró en huelga en repudio del avance contra los delegados legítimos, por el rechazo a la intervención, por un aumento salarial de emergencia y otras demandas que recuperaban reclamos comunes a hombres y mujeres. La huelga duró hasta el 5 de enero, cuando el interventor y la empresa decidieron reconocer las demandas obreras; sin embargo, un día después, en la mañana del 6 de enero, fueron detenidos todos los integrantes de Comisión Interna, democráticamente electa:

La dirección Nacional de Seguridad, por intermedio de la Secretaria de Prensa de la Presidencia de la Nación, ha dado a conocer en las últimas horas de la víspera, la siguiente información, relativa a la sanción merecida por elementos perturbadores del orden público y la seguridad del trabajo: ‘En el ambiente metalúrgico, algunos dirigentes, secundados por elementos agresivos, se han distinguido por actos de violencia e intimidación. Hechos anteriores y otros recientes de esa naturaleza, han sido cometidos contra hombres y mujeres de trabajo, para imponerles la obediencia a consignas de perturbación. En defensa de la libertad y seguridad en el trabajo, a que tienen derecho la gente honrada y pacífica, el Poder Ejecutivo, sin perjuicio de las medidas que por razones análogas pueda adoptar en el futuro, ha dispuesto la detención de las siguientes personas, algunas de las cuales, de acuerdo con sus antecedentes, serán confinadas en el Sur: Atilio Cicarelli, Augusto Van Dor, Francisco Alberto Torres, Santos Antolín, José Saavedra, Rubén Maranti, Reynaldo Lanfranco, Sadic Rodríguez y Elida Curoni. (LA RAZÓN, domingo 8 enero de 1956, p. 2)

Todos los detenidos, “8 compañeros y una compañera” eran delegados de Philips, integrantes de la Comisión Interna de la fábrica; además, “La patronal, al mismo tiempo, les mandó telegramas de despido” (Lucha Obrera, Nº 8, 25 de enero de 1956, p. 2). La única mujer del grupo que fue apresada era Élida Curone. De esa detención se sigue la referencia comentada antes, del libro de Marta Curone, del arrebato de la ametralladora a uno de los gendarmes, de la detención en el Correccional de Mujeres

Las y los trabajadores de Philips paralizaron la fábrica en solidaridad con los detenidos, con el objetivo de mantenerla en paro hasta lograr su liberación; durante esa huelga, el 10 de enero de 1956 irrumpieron agentes policiales vestidos de civil y un día después trescientos gendarmes armados ocuparon la fábrica y “amenazaron a los obreros parados para que reanudaran sus labores”; esos gendarmes “se encarnizaron, especialmente, con las obreras, varias de las cuales se desmayaron por la impresión”, e instalaron un “clima de terror” (Lucha Obrera, Nº 8, 25 de enero de 1956, p. 2). También por otro testimonio podemos conocer el clima del trabajo en Philips, en esos momentos de intervención militar; Olga Elisa Lo Vetro, otra trabajadora de la fábrica, también delegada, señaló que durante esos meses, sin personería gremial y con los militares en la fábrica “Trabajabas con el militar al lado y para ir al baño tenías que pedir permiso y te acompañaban. A las chicas no las dejaban ni salir a fumar. Fue tremendo, fue una época muy fea. Pero bueno, después de todo salimos, luchamos y volvimos” (BOGARÍN, 2020, p. 152)[8]. (

Mientras esa situación se vivía en Philips, Curone estuvo presa. Su detención duró casi cuatro meses. Todos los delegados fueron liberados el 1° de mayo, cuando el presidente de facto, el general Aramburu, decidió que para festejar el día del trabajo era conveniente liberar a doscientos cincuenta detenidos por razones sindicales; entre ellos dejaba sin efecto las prisiones de “Atilio Juan Cicarelli, Elida Curone, Rainaldo Lanfranco, Rubén Marranti, Sadic Rodríguez, José Saavedra, Augusto van Door” (La Razón, lunes 30 de abril de 1956, tapa ). Unos meses después, en junio de 1956, se desarrolló la elección de nuevos delegados en Philips, donde quienes habían sido expulsados, como Curone, Vandor, y otros, no se pudieron presentar (y lo hicieron los candidatos de la lista Azul mencionados en el apartado anterior).

En este punto es interesante leer una de las muchas intervenciones que existían, en la prensa clandestina peronista, sobre el rol de la mujer en la resistencia. El Boletín Quincenal de Comandos Coronel Perón inauguró su publicación con un recuadro, “Dignas de Eva Perón”, donde se afirmaba que

Toda injusticia social gravita doblemente sobre la mujer. Porque ella la siente y la sufre por la doble vía de su condición femenina y su condición laboriosa. Es natural, pues, que las mujeres peronistas (las que siguieron y fortalecieron la obra grandiosa y político-social de Eva Perón) resultaron doblemente víctimas de la traición de septiembre [golpe de Estado de 1955]. Presos y despojados de todos sus derechos, hundidos en la miseria y la desesperanza por la muerte, el confinamiento y la prisión de sus padres, sus compañeros y sus hijos, han respondido a la oligarquía y sus lacayos con una dignidad peronista y laboriosa que enorgullece al peronismo. Nada ha podido abatir su firmeza, nada ha logrado debilitar su acción en la resistencia civil [...] Eva Perón (eternamente en el alma del Pueblo) debe sentirse orgullosa desde la inmortalidad al contemplar la fe, el entusiasmo y la combatividad de las mujeres peronistas. Dignas de ella, de su lucha sin cuartel contra todos los privilegios y de su sacrificio inmortal por el Pueblo y por Perón. (Boletín Quincenal de Comandos Coronel Perón, n° 1, 17 de octubre de 1956, p. 2)

Los nuevos delegados elegidos en junio fueron quienes decidieron que el gremio metalúrgico iría a una nueva huelga. En noviembre de 1956, el Plenario Nacional Metalúrgico, en medio de la negociación paritaria para modificar el convenio colectivo, resolvió esa nueva huelga metalúrgica (que duró entre los meses de noviembre y diciembre). Philips fue una de las fábricas que participó en la medida, y varios de sus trabajadores volvieron a ser detenidos, entre ellos nuevamente Élida Curone, junto con Ángel Cuarto, Juan Luis Calvo, Antolín Santos, Juan Carlos López, Roberto Rodríguez, Juana Spinelli, y varios más (Unidad Obrera, N° 5, 31 de diciembre de 1956, tapa)[9]. Una de las delegadas despedidas, Juana Spinelli (una de las siete candidatas de la lista Azul citada antes), afirmó que por la huelga hubo 78 despedidos en Philips, muchos de ellos delegados y ex delegados; además, afirmó que durante la huelga habían detenido a más de cien obreros de Philips y la empresa despidió a todos los detenidos y sólo les ofreció pagar una indemnización menor a la que les correspondía[10].

Estas detenciones son relevantes para situar a Curone, y a las otras mujeres trabajadoras y delegadas, en el centro de las acciones de resistencia de estos años en Philips. Esas detenciones, que no se las narró a Gorbato, o Gorbato no las puso en su libro, nos permiten recuperar la presencia activa de obreras en huelgas y conflictos, y señalar la contradicción con discursos que enfatizan el rol de la mujer en el apoyo externo de los conflictos y la virilidad de los huelguistas. Esto era un tópico común en diversos discursos obreros: cuando presentaban a la mujer en los conflictos lo hacían como complemento de la lucha de los varones, de manera que la participación de las mujeres quedaba invisibilizada (D’ANTONIO, 2000; ANDÚJAR, 2016; PALERMO, 2016). Sin embargo, encontramos también como tópico común que, para las mujeres que decidían participar en los espacios de representación sindical, suelen encontrarse discursos que describen el carácter de esas delegadas en la forma en que Curone se describió a su misma como “de mucha acción”; otra trabajadora contó que optó por ser delegada porque “siempre me gustó pelear para defender a la gente [...] “yo era así... era brava”; tan brava que, después de renunciar a Philips no la volvieron a tomar en ninguna otra fábrica, “se ve que se pasaban la bolilla y yo estaba marcada” (BOGARÍN, 2020, p.149 e 151).

Señalamos antes que en los espacios de representación sindical la desigualdad siguió siendo la norma para las mujeres. En el caso metalúrgico recién en octubre de 1968 una mujer llegó a un lugar de “responsabilidad directiva”; en una nota en el periódico del sindicato señalaron que “Por primera vez en la historia de la UOM, la mujer, que siempre ha estado en una línea de lucha y combatividad a nivel de bases y cuerpos de delegados, asume ahora responsabilidades directivas”, y cita el caso de María Irma Etchelecú, trabajadora de la empresa Necchi desde 1955, delegada y miembro de la Comisión Interna desde 1959, y nueva secretaria de asistencia social de la seccional San Martín[11].

Ese techo era facilitado en parte por discursos que situaban la identidad femenina en la vida doméstica, o el hecho de que el doble trabajo en la fábrica y el hogar mermaba su posibilidad de participación, estableciendo un techo en la elección como delegadas (en general durante su juventud, hasta casarse). Así, en casos como Philips, donde había muchas trabajadoras, no eran muchas las que optaban por ser delegadas de fábrica. Pero entre las que sí lo hacían, encontramos que cuando se relatan sus experiencias se enfatiza su empuje, su ir al frente. Además de Curone, lo encontramos para el caso de Philips en el testimonio de Lo Vetro, y se puede entrever en la situación de Spinelli[12].

Despedida de Philips por la huelga de fines de 1956, hay que reparar en otra fuente para poder seguir el destino de esta trabajadora y delegada. Hay que esperar a 1958 para que Curone (y Vandor) pudieran volver a Philips, específicamente tras el triunfo electoral de Arturo Frondizi, candidato radical intransigente apoyado por el peronismo, después de un acuerdo firmando entre Perón, Frondizi, Rogelio Frigerio (delegado de Frondizi) y John William Cooke (delegado de Perón). Esa fuente, además nos da el marco de sociabilidades en que se movían Vandor-Curone. En el fondo de archivo de John William Cooke y Alicia Eguren existe un documento con un listado de personas para que “Rogelio las haga designar en empresas del Estado”; figuran los nombres de aquellos (despedidos después del golpe de 1955) por los que pedían reponerlos en las empresas del Estado, algunos en el poder judicial, otros en algún cargo, y solo se pedía por dos militantes para ser reincorporados en una empresa privada: “Empresa Philips: Hay que hacer incorporar a Elisa [SIC] Curone y Augusto Vandor, dirigentes metalúrgicos dejados cesantes”[13].

Además, Vandor figura con su número telefónico en las agendas disponibles en el fondo Cooke-Eguren, y por esos años formaba parte del núcleo sindical cercano a Cooke, quien estuvo presente y dio un discurso cuando finalmente pudo ganar la elección en la UOM y volver en diciembre de 1958. En ese período de la resistencia, en que Cooke había acumulado una vasta experiencia desde el rol de delegado de Perón en Argentina, valoraba positivamente las capacidades de las mujeres obreras, por sobre las políticas del peronismo[14].

Reincorporada en 1958, Curone continuó trabajando, suponemos que en Philips. En diciembre de 1963 se casó con Vandor. Un año después, cuando en 1964 Vandor se había convertido ya en una figura sindical de primer orden, de gran futuro político, que incluso para algunos podría ser el heredero de Perón, varios medios gráficos se posaron sobre su trayectoria. Uno de ellos incluso se aventuró en su intimidad, donde “un pudor rayano en la escrupulosidad le impele a evitar publicidad en su vida privada”; a pesar de ello, no dejaron de comentar que estaba

Casado hace menos de un año con una mujer que conoció trabajando en una fábrica, no permite que la publicidad se inmiscuya dentro de su hogar y ha vetado cualquier posibilidad de que su esposa -que todavía sigue trabajando como cualquier mujer de obrero- aparezca en algún reportaje o programa de televisión (TODO, 22 de octubre de 1964, p. 14-16)

Su esposa, Élida Curone, seguía trabajando una vez casada. Así, uno de los elementos usualmente presentes en los estudios de género, el relativo a la esfera de la domesticidad como ideal social que se presentaba a la mujer, está ausente, en tanto Curone trabajó toda su vida (fuera del hogar y dentro de él, lo que da paso a otro elemento como es el análisis del doble trabajo de la mujer). El espacio en el hogar que aparecía en la sociedad como “ideal de una domesticidad que colocaba a la maternidad como destino ineludible para ellas y al hogar como su lugar de permanencia ‘por naturaleza’” (ANDÚJAR, 2017, p. 50), tenía diversos discursos que lo justificaban. Entre ellos vimos la descalificación del trabajo de las mujeres, su menor salario, su relegamiento en las posibilidades de participación en las acciones de lucha o la negación de su acción en las mismas, su imposibilidad de acceder a cargos jerárquicos. En el discurso sindical, a pesar de reconocer algunos avances de la mujer, también se sostenía ese ideal de domesticidad.

En una nota aparecida en el periódico del sindicato metalúrgico, en 1964, se trató directamente el tema de la “participación de la mujer en las luchas sociales”[15]. En la nota se afirmaba que hasta no hacía mucho tiempo ella vivía esclavizada en el hogar, pero ante la necesidad de ingresos para las familias debió comenzar a trabajar, por lo que comenzaron a verse obreras, empleadas, universitarias, artistas, e incluso “llegó hasta el terreno que había sido propiedad exclusiva del hombre: la lucha social”.

En el discurso de la UOM se revela una imagen compleja de la mujer, porque a pesar de reconocer algunos avances, se sostenía el ideal de domesticidad según el cual la mujer comenzó a trabajar por necesidad de ingresos, pero su espacio natural era la casa. Por un lado celebraban a las mujeres militantes, a quienes incluso llegaron a ser diputadas, y destacaban el ejemplo mayor de Evita, pero hacia adentro del sindicato había un gran silencio sobre las delegadas metalúrgicas. En ese sentido, se reconocía que las trabajadoras participaban en las luchas gremiales y padecían igual que los hombres “la persecución, la cárcel, las torturas”, pero faltaba reconocer a las mujeres delegadas, que al ser parte de ese primer eslabón de la representación sindical fueron quienes padecieron igual que los hombres, y tuvieron un rol protagónico no reconocido (sólo se reconoce el rol externo de las mujeres en el apoyo a las luchas, encaradas por varones).

Ese silencio sobre las mujeres delegadas impactaba en la dificultad de una carrera sindical para ellas. Volviendo al caso Curone podemos decir que tras esos años de delegada, si bien continuó trabajando, no volvió a ser delegada; a juzgar por las pinceladas de intimidad que relató a Gorbato, Curone combinó el trabajo fuera del hogar con el trabajo en la casa, sin acompañar a Vandor en sus actividades sindicales y políticas, que afirmó desconocer[16].

En 1966 se dio un importante hito en el gremio metalúrgico, como fue la inauguración del Policlínico de la entidad. En algún momento entre la inauguración y el año 1969 Curone comenzó a trabajar en el Policlínico. Allí estaba cuando asesinaron a Vandor (30 de junio de 1969) y siguió trabajando por varios años más (recordemos que Gorbato la entrevistó en el mismo lugar de trabajo en 1989).

A Curone nunca la entrevistaron por obrera, delegada, detenida, sino por haber sido la esposa de Vandor. Eso lo dijimos para la entrevista de Gorbato y cabe también para otra entrevista, veinte años antes, la única que encontramos de Curone en un medio de prensa. Aquí también proponemos leer a contrapelo, porque la nota está centrada en el aún impune asesinato de Vandor y el sufrimiento de su viuda. Aun así, es una entrevista relevante por varios motivos. Ella aparece en tapa, con sus hijos, y lo primero que se lee es la dificultad del periodista para conseguir la nota (“a Augusto no le gustaba la publicidad y yo compartía su actitud”), y entre otros aspectos sensacionalistas asegura que no recibió herencia (el “coqueto” departamento de Parque Chacabuco, “cómodo pero no ostentoso”, lo estaban pagando con una hipoteca), y desmiente los mitos sobre la supuesta fortuna de Vandor. En definitiva, la viuda del sindicalista más importante de la década de 1960 era presentada como una mujer de 38 años, de “modales dulces y casi tímida”, que se sobreponía del dolor sacando fuerzas de sus hijos, “vestida de riguroso luto”, que dependía de la hermana que cuidaba a los chicos cuando iba al trabajo, porque vivía de lo que ganaba en el policlínico (“gano lo que marca el convenio”). Finalmente, no daba lugar a la versión de haber sido caperucita: “Sus compañeros le pusieron ese apodo ‘Lobo, del mismo modo que le decían ‘Polaco’, por lo rubio”[17].

Conclusiones

En este trabajo buscamos recuperar la resistencia de mujeres a las dictaduras, desde una escala a ras del suelo, desde una delegada. Para ello tuvimos que apelar a una estrategia diversa para reconstruir el caso. Esta indagación en documentos sindicales, políticos, en la prensa general, nos permitió completar una trayectoria y contrastarla con el tamiz de su historia que nos llegó a través de las biografías de quien fuera su esposo (y nuestra relectura propuesta en primer lugar). El rastreo de la representación del género y la mujer trabajadora en la construcción de esos relatos, y su contraste con los documentos de la época nos permitió analizar lo que esos discursos muestran sobre el poder de los hombres y las mujeres en la fábrica, y en el mundo metalúrgico. Así, pudimos visibilizar las relaciones de poder entre géneros para complejizar la reconstrucción de las experiencias (generizadas) fabriles y sindicales.

Pudimos ubicar nuestro caso, de una trabajadora y delegada sindical, entre las mujeres que no solo participaron de huelgas, y convirtieron los conflictos en escenarios de disputa entre concepciones diversas de masculinidad y virilidad, sino como víctimas directas de la revancha antisindical desatada en septiembre de 1955 y de la represión del gobierno militar, y al mismo tiempo su resistencia a esos avances. Lejos de pretender dibujar un caso de ejemplaridad, nuestro análisis pretendió iluminar, desde la base, una realidad silenciada, la participación de las mujeres en las resistencias a las dictaduras latinoamericanas, a través de una experiencia biográfica de una militante de base, para proponer una lectura que ilumine y visibilice esas militancias.

Referências bibliográficas

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ANDÚJAR, Andrea. La lucha por lo justo: un estudio sobre las huelgas petroleras de 1932 en Comodoro Rivadavia, Argentina. In: A. Andújar, L. Caruso, F. Gutiérrez, S. Palermo, V. S. Pita y C. Schettini. Vivir con lo justo. Estudios de historia social del trabajo en perspectiva de género. Argentina, siglos XIX y XX. Rosario: Prohistoria, 2016, 103-129.

ANDÚJAR, Andrea. Historia social del trabajo y género en la Argentina del siglo XX: balance y perspectivas. Revista Electrónica de Fuentes y Archivos, N° 8, p. 43-59, 2017. Disponible en https://revistas.unc.edu.ar/index.php/refa/article/view/33588/33923

BOGARÍN, Sofía. Manos argentinas. In: Gabriela Franco (coordinadora), Por el camino de Puan 2. Escritura y experiencia, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires, 2020.

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D´ANTONIO, Débora. Representaciones de género en la huelga de la construcción. Buenos Aires, 1935-1936. In: F. Gil Lozano, V.S. Pita y M. G. Ini, (dir.), Historia de las mujeres en la Argentina. Siglo XX. Buenos Aires: Taurus, 2000, p. 244-265.

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DAWYD, Darío. El conflicto metalúrgico de 1956. Del convenio colectivo a la huelga insurreccional peronista. Anuario IEHS, Instituto de Estudios Histórico-Sociales “Prof. Juan Carlos Grosso”, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, v. 37, n. 1, p. 59-82, 2022b.

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VOTO, Elma Haydée. La Historia que no me contaron. Buenos Aires: El Alba Editores, 2012.

Notas

[1] El epígrafe del capítulo, algo variado: “Mi marido era un hombre muy pacífico… Nunca iba armado… Pensaba que había que hablar con todos hasta con los comunistas que en ese momento eran mala palabra” (GORBATO, 1992, p. 61).
[2] Gorbato, 1992: 62. En este mismo libro Gorbato había anticipado la posibilidad de “un romance anterior que dio origen al mote” (GORBATO, 1992, p. 38).
[3] Del mismo testimonio de Marta Curone: “A pesar de haberse aclarado el equívoco sobre el supuesto parentesco, cuando en 1974 dispusieron perjudicarme en el Ministerio de Economía, despojándome del puesto que había conquistado a fuerza de concursos y de sacrificios, uno de los argumentos que utilizaron fue el de que yo era la cuñada de Vandor” (CURONE, Marta Elena, Al servicio de la causa, s/d, recuperado de https://www.alserviciodelacausa.com/libros ).
[4] En este apartado presentamos brevemente la investigación desarrollada en Dawyd (2022).
[5] Mirta Lobato señaló que “las habilidades femeninas están asociadas a la ‘naturaleza’ y no se las piensa como el resultado de una conjunción de factores político-culturales. ‘Se necesitan manos de mujer’ es una frase que funciona como explicación y justificación de la contratación femenina; de ese modo, la calificación del trabajo variaba según el género y no era puramente técnica, sino que se basaba en un sistema de valoraciones aplicado de manera desigual de acuerdo al sexo del trabajador” (LOBATO, 2007, p. 87-88).
[6] Esta característica de las fuentes es un problema común en investigaciones con perspectiva de género, y más quizá en el caso del movimiento obrero, donde los “hallazgos están en la revisión de fuentes escurridizas, tendientes a silenciar a las mujeres en la historia” (LENGUITA, 2020, p. 212).
[7] Un obrero de Philips afirmó que los trabajadores de la fábrica fueron a la Plaza de Mayo, pero “No llegamos a la plaza. Nos tiramos cuerpo a tierra a la altura del cabildo […] en especial porque había señoritas. Chicas de Philips que habían ido con nosotros a pelear” (Entrevista a Raymundo Heredia, realizada en Ezeiza, provincia de Buenos Aires, el 14 de diciembre de 2018). De igual forma, muchas mujeres lograron acercarse a la plaza, a pesar del riesgo documentado en diferentes testimonios: “Yo nunca vi una gente así, una mujer con la bandera argentina gritando ‘¡Perón, Perón!’, y la empezaron a acribillar a balazos desde el Ministerio de Marina” (GONZÁLEZ, 1995, p. 242). Otros aspectos de esta resistencia en Dawyd (2020).
[8] El testimonio de esta delegada fue recogido por su nieta, que señaló que Lo Vetro fue “una delegada que llegó a ser de la comisión interna y conoció a algunos de los personajes más importantes de la época. Ellos aparecen en los libros de historia, mi nona en ninguno. Pero la suya es la historia de una generación que nos enseñó sobre la lucha y la conquista de derechos que también la protagonizaron las mujeres. Aunque hayan sido invisibilizadas, todavía sus voces resuenan en las sobremesas familiares. Hace falta parar el oído y escuchar” (BOGARÍN, 2020, p. 147).
[9] Acerca de la huelga metalúrgica de 1956 véase Dawyd (2022b).
[10] Semana Obrera, N° 13, 30 de abril de 1957, pág. 2. Spinelli estuvo detenida a disposición del Poder Ejecutivo desde el 28 de noviembre de 1956 hasta el 15 de enero de 1957, y once de esos días estuvo incomunicada.
[11] UOM, octubre de 1968, p. 6.
[12] Un análisis de esta “autopresentación” como rebelde e impulsiva, para el caso de otra trabajadora y delegada, que aunque de otro sector de actividad y otro período, nos sirve para situar contextos generales: “El contexto más general dentro del cual resuena esta reivindicación moral es evidentemente el de la dudosa legitimidad atribuida al trabajo fabril femenino y, claro está, al activismo gremial y político de las mujeres en el marco de la cultura dominante [...] una ilustración de las tensiones existentes tanto en la cultura de la clase obrera como en la cultura de la elite con respecto a la cuestión de la presencia femenina en la esfera pública” (JAMES, 2004, p. 175).
[13] AR-BNMM-ARCH-AE-JWC, UC 14, Comando Táctico Peronista 55-58.
[14] De las cartas entre Perón y Cooke, el primero deja trascender la posición que tenía Cooke respecto de las mujeres peronistas, obreras o de la rama política: “Si como usted dice, las más capacitadas son las obreras y éstas no incorporarán jamás al Partido Femenino...” (carta de Perón a Cooke del 26 de abril de 1958, en COOKE, 2014, p. 362). Para un análisis de la posición de Cooke en este aspecto, en el marco más amplio de la reorganización política de la rama femenina del peronismo, véase Gorza (2022, p. 155-162).
[15] UOM, Buenos Aires, 3 de abril de 1964, p. 8.
[16] El desconocimiento de las gestiones sindicales y políticas de su esposo, que también encontramos repetido en otras mujeres de sindicalistas, contrasta con otros casos en donde la mujer acompañaba las actividades del marido. Esto lo podemos ilustrar con la situación de José Alonso (secretario general de la Confederación General del Trabajo entre 1963 y 1966) y su esposa María Luisa Pinella, militante política y sindical cercana a Evita, que acompañó diversas gestiones de su marido en los años sesenta.
[17] Así 3era, N° 209, 22 de noviembre de 1969,p. 14-17. Un par de meses antes Curone había aparecido en el ejemplar que Así 2da le dedicó al asesinato de su esposo. Allí publicaron, de forma más sensacionalista aún, fotos del velatorio, relatos del asesinato y al hacer un repaso por la vida de Vandor también aparecen fotos de la boda Curone-Vandor de 1963, entre otras (Así 2da, N° 322, 10 de julio de 1969).

Notas de autor

i Darío Dawyd

Politólogo y doctor en Ciencias Sociales (UBA), investigador Adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL) y Profesor Adjunto de Historia Latinoamericana (UNLaM). Correo electrónico: dawydario@hotmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8342-7752.

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