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BROTES NÓMADES - EL VIAJE COMO MODO DE VIDA. UN RECORRIDO POR LA METODOLOGÍA DE UNA ETNOGRAFÍA MULTISITUADA
Argumentos - Revista do Departamento de Ciências Sociais da Unimontes, vol.. 15, núm. 1, 2018
Universidade Estadual de Montes Claros

Dossiê

Argumentos - Revista do Departamento de Ciências Sociais da Unimontes
Universidade Estadual de Montes Claros, Brasil
ISSN: 1806-5627
ISSN-e: 2527-2551
Periodicidad: Semestral
vol. 15, núm. 1, 2018

Recepción: 22 Febrero 2018

Aprobación: 04 Junio 2018

Resumen: Algunos sujetos tienen la posibilidad de elegir el viaje como su modo de vida, se desarraigan de un territorio fijo para desplazarse de forma semi o no estructurada por tiempo indefinido, financiándose mientras viajan y sin otra proyección a futuro más que el de seguir viajando. Su elección es considerada un proyecto de vida individual que integra prácticas, disposiciones, apariencias y discursos específicos. Este artículo presenta la metodología de la tesis ?Eligiendo ser nómade en la sociedad contemporánea? (Oyhantcabal, 2016) que busca entender el modo de vida de este tipo de viajeros en base a los elementos subjetivos que configuran sus elecciones, las prácticas y representaciones respecto al espacio y el tiempo, y las vivencias y representaciones del trabajo y la subsistencia. La investigación se realizó a partir de una etnografía multisituada con trabajo de campo con los viajeros en diversos formatos y en múltiples escenarios.

Palabras clave: nomadismo, etnografía multisituada, modo de vida, viajeros, turismo mochilero.

Resumo: Alguns sujeitos têm a possibilidade de escolher a viagem como seu modo de vida, eles são desenraizados de um território fixo para se moverem de forma semi ou não estruturada por um tempo indefinido, financiando-se enquanto viajam e sem projeção futura a não ser continuar viajando. Sua escolha é considerada um projeto de vida individual que integra práticas, disposições, aparências e discursos específicos. Este artigo apresenta a metodologia da tese "Escolhendo ser nômade na sociedade contemporânea" (Oyhantcabal, 2016) que busca compreender o modo de vida desse tipo de viajante com base nos elementos subjetivos que moldam suas escolhas, práticas e representações sobre espaço e tempo, e as experiências e representações de trabalho e subsistência. A pesquisa foi realizada a partir de uma etnografia multisituada com trabalho de campo com viajantes em diferentes formatos e em múltiplos cenários.

Palavras-chave: nomadismo, etnografia multisituada, modo de vida, viajantes, turismo de mochila.

Abstract: Some subjects have the possibility to choose the trip as their way of life, they are uprooted from a fixed territory to move in a semi or unstructured way for an indefinite time, financing themselves while they travel and with no future projection other than to continue traveling. Their choices are considered as individual lifes project that integrates specific practices, dispositions, appearances and discourses. This article presents the methodology of the thesis "Choosing to be nomad in the contemporary society" (Oyhantcabal, 2016) that seeks to understand the way of life of this type of travellers based on the subjective elements that shape their choices, practices and representations regarding to space and time, and the experiences and representations of work and subsistence. The research was carried out from a multisite ethnography with field work with travellers in different formats and in multiple scenarios.

Keywords: nomadism, multisite ethnography, way of life, travellers, backpacker tourism.

Introducción

A lo largo de la historia y en las distintas sociedades y grupos, los sujetos han traspasado las fronteras de lo familiar para participar de una pluralidad de encuentros e intercambios. El viajar como práctica estuvo siempre presente entre los humanos, para expandir sus territorios, para explotar otros recursos, para promover el comercio, cuestiones religiosas o económicas, para explorar o investigar, y en los últimos siglos se le agrega para conocer otros sitios y hasta para disfrutar momentos de ocio. En las últimas décadas se ha observado una intensificación en la movilidad de sujetos, información, imágenes, probablemente debido a la globalización, las nuevas lógicas del capitalismo y los desarrollos tecnológicos, en particular en transporte y comunicación.

Asimismo, el turismo [2] ha tenido un desarrollo fuerte y creciente y ha diversificado sus prácticas. En nuestras ciudades cada vez más nos encontramos con viajeros, no necesariamente migrantes, de distintas edades, pertenecientes a distintos sectores sociales, con personas de otros países hablando en diversos idiomas, con sujetos que tienen motivos y objetivos diversos para viajar. En particular, hay una cantidad considerable de personas que optan por una forma de viaje que podría estar vinculada al ocio, que no siempre es organizada y estructurada previamente y que implica el desarraigo permanente de un territorio fijo, de la familia nuclear, de ciertos bienes materiales. Algunos viajeros abandonan la vida sedentaria para embarcarse en un viaje permanente porque eligen el nomadismo como estilo de vida.

Al interesarme por este tema del nomadismo como estilo de vida descubrí que los antecedentes de investigaciones eran muy escasos, pero que era un tema que venía cobrando relevancia en las últimas décadas [3]. Desde disciplinas humanísticas y sociales, encontré varias investigaciones referentes a los viajes y los viajeros mochileros, muchas de ellas pertenecientes al ATLAS (Association for Tourism and Leisure education and research), al BRG (Backpackers Research Group) y al ISTC (International Student Travel Confederation), de Europa y Norte América.

En Latinoamérica encontré pocas publicaciones referentes a la temática. Monteiro Silva (2011) investigó desde las Ciencias Sociales las prácticas mochileras en Brasil. Espinosa (2012) realizó una etnografía en Salta, Argentina, sobre los viajeros que viven vendiendo artesanías y haciendo arte callejera. Cabello (2014), enfocado en estudios culturales, investigó el turismo de los mochileros de y en Chile. Estas publicaciones son muy interesantes y conforman algunos de los pocos antecedentes en la región. En el caso de Uruguay no había encontrado, desde la antropología, ningún antecedente. Debido a la escasez de publicaciones de investigadores latinoamericanos, y considerando que los viajes mochileros se dan de manera creciente en nuestro continente, creí fundamental dar una perspectiva desde acá, por lo que me decidí a escribir mi tesis en el tema, y así proponer un aporte al estudio de los viajeros, en particular a los que viajan como estilo de vida, ya que observé que este fenómeno era creciente en nuestra región.

?Eligiendo ser nómade en la sociedad contemporánea. Una aproximación a las prácticas y discursos de quienes eligen el viaje como modo de vida? (Oyhantcabal, 2016) fue la tesis resultado de la investigación en la que busqué comprender cuáles eran los discursos y prácticas asociados a las personas que eligen [4] viajar como modo de vida por tiempo indefinido. En particular, busqué responder a las preguntas: cómo se identifican y auto-representan estos viajeros, cuáles son sus motivaciones y propósitos para vivir viajando, cómo se vinculan con otros viajeros o con personas "locales" [5], de qué forma habitan el tiempo y el espacio, dónde se quedan, cuáles son sus actividades diarias y cuáles son sus prácticas de financiación para reproducir su modo de vida.

Para llevar a cabo esta investigación etnográfica consideré personas que estuvieran viajando por tiempo indeterminado, sin proyectar a futuro el volver a vivir de forma sedentaria. La etnografía fue multisituada, por lo que realicé trabajo de campo en distintos sitios y a través de distintos medios. Las personas fueron contactadas por medio de redes sociales, como Couchsurfing [6] y Facebook[7], y en hostels, casas de viajeros, plazas y parques, y otros espacios urbanos. El trabajo de campo se realizó en Montevideo (Uruguay); Lima, Cuzco, Máncora, Arequipa (Perú); Quito, Mompiche, Cuenca, Montañita, Baños (Ecuador); Buenos Aires (Argentina); Berlín (Alemania); y Budapest (Hungría).

En este artículo me propongo presentar la metodología etnográfica que utilicé en la elaboración de mi tesis y explorar algunos aspectos de su dimensión multisituada. En primer lugar, expondré brevemente algunos aspectos teóricos fundamentales para entender el tema de investigación y algunos fragmentos etnográficos para conocer quiénes son estos viajeros que eligen el viaje como modo de vida. Luego, presentaré algunos aspectos metodológicos y teóricos que me llevaron a optar por una etnografía, en particular una etnografía multisituada, y explicaré además cuáles son las características de la misma. Como tercer punto, hablaré del trabajo de campo, cuáles fueron los motivos, cómo se dio la elección de lugares a etnografiar, y a su vez comentaré algunas de las dificultades y desafíos que surgieron del mismo. Por último, dedicaré el cuarto momento a mencionar algunas características de la escritura de la etnografía, así como algunos de sus resultados, útiles para entender aún mejor quiénes son estos viajeros y cuáles son sus prácticas y discursos.

De viajes y modos de vida ? el viajero que vive viajando

El propósito de esta etnografía fue, como mencioné, investigar sobre quienes eligen el viaje como estilo de vida, por lo que es necesario ahondar en estos dos conceptos: el viaje y los modos de vida, y ponerlos en relación con los viajeros etnografiados.

James Clifford (1995) estudia los viajes y los vincula con la práctica antropológica y el turismo. Entiende que el viaje es una parte integral del nuevo orden posmoderno de movilidad y explicita la diferencia entre el viaje y el desplazamiento. Asumir al viaje como un desplazamiento donde el que se desplaza es ?por definición alguien que goza de la seguridad y el privilegio de moverse con una relativa falta de condicionamientos? es parte del mito del viaje. Por el contrario, ?los viajeros se desplazan bajo el efecto de poderosas presiones culturales, políticas y económicas, y (?) algunos de ellos son unos privilegiados desde el punto de vista material, mientras que otros están oprimidos.? (Clifford, 1995: 15-16). En el viaje, el viajero se redefine respecto a un otro que puede ser subjetivo o espacial, por lo tanto, las identidades son negociadas recíprocamente y el lugar del viajero es definido por la significación simbólica que se les da a sus prácticas. Entonces, no todos los viajeros son iguales, ni se relacionan de la misma forma con el otro ni con el espacio, y sus motivaciones para el viaje, así como las condiciones de clase, género, raza, capital cultural, entre otras, condicionan los espacios y la forma en que éstos van a moverse.

Situar al viaje como opción de vida implica entenderlo como la elección ?libre? [8] del sujeto de un proyecto de vida particular. La posibilidad de esa elección da cuenta del tipo de viajero con el que nos podemos encontrar, es decir, quien viaja como modo de vida es una persona que puede elegir, sin que su elección este atravesada por fuertes cuestiones o condicionantes económicas, políticas, sociales o familiares. Su elección tiene otras motivaciones que, como señala Clifford (1995), expresan búsquedas, aprendizajes, sentires interpelaciones y exploraciones diversas, en general asociada a los intereses del viajero, que consideran la movilidad espacio-temporal como base.

Para entender esto mejor, presento algunos de los planteos de Maffesoli (2004), quien indica que el viajero, en su anhelo por una vida basada en lo cualitativo, o lo hedónico, y el deseo de romper con el confinamiento domiciliario de la sociedad moderna, decide partir de viaje en busca de aquello que no encuentra en su lugar. ?La vida errante, desde este punto de vista, es la expresión de una relación diferente con los otros y con el mundo, menos ofensiva, más suave, algo lúdica y, claro, trágica, pues se apoya en la intuición de lo efímero de las cosas, de los seres y de sus relaciones.?

(Maffesoli, 2004: 28)

Tomo las palabras de Nikolas, un viajero alemán de 22 años que hospedé por Couchsurfing en mi casa en Montevideo, sobre sus motivos para vivir viajando ya que ilustran lo que muchos de los viajeros etnografiados mencionan:

Hay distintas formas de viajar, y las respeto a todas. No encontré a nadie que viajara como yo, porque yo elegí viajar como pobre sin serlo. Esa fue la forma de viaje que yo encontré y que me hizo feliz, otros encuentran otras formas. (...) Creo que cada uno busca conocerse a sí mismo, busca un modo de vida que lo haga feliz, en el que pueda hacer lo que realmente quiere hacer. Es difícil encontrar esta respuesta, pero generalmente situarte en una cultura y un sitio desconocido es la mejor forma de encontrarte, de buscarte. Así podés ver las diferencias, y cómo funcionaría esto de otra forma. Si elegís el desafío de ser mochilero, te vas a quebrar o caer muchas veces, pero ésta será la mejor oportunidad para pararte nuevamente, y así darte cuenta de lo que sos capaz de hacer. (...) Poco a poco te darás cuenta con qué tipo de personas te complementas. Y ¡sí!, hoy día puedo decir que me conozco mejor que antes, pero lo fui aprendiendo día a día.[9]

Como vemos, en sus motivaciones, quien elige el viaje como modo de vida se distancia de aquel que migra para instalarse en un nuevo contexto en busca de un sustento económico que no encuentra en su lugar de origen o en busca de refugio por situaciones políticas o de emergencia que le imposibilitan seguir viviendo en su país. A su vez, es importante señalar que, como mencionan Deleuze y Guattari (2004), el viajero nómade se distingue también del migrante ya que el primero apuesta a una vida siempre en ?intermezzo?, siempre entre un lugar y otro. El nómade alcanza un lugar sabiendo que será abandonado en un período de tiempo.

Luri, una viajera argentina de 30 años que conocí en Budapest, Hungría, nos ayuda a entender esta idea cuando menciona ?(?) quiero conocer el mundo, pero yo no pago por alojamiento ni consumo lo mismo [que un turista]. Yo ando por ahí, sin rumbo, conozco miles de camas y conoceré muchas más, conozco mucha gente. No tengo mi lugar ni lo quiero. Ando en ruta?. Ella se identifica con la imagen de la mochilera, porque carga con lo que necesita a los hombros, y con la del nómade, ya que no cree tener un lugar de retorno, está en constante movilidad.

Siguiendo con lo que implica adoptar el viaje como modo de vida, vemos que éste es un proyecto integral que comprende preferencias en cuanto a prácticas, experiencias, consumo de productos, disposiciones corporales, discursos, etc. Ricardo, un viajero chileno que conocí en Berlín y que viaja hace más de 15 años, nos ayuda a entender esta idea cuando señala ?Para mí viajar es la vida misma. No se vivir de otra forma. Me di cuenta que la vida está ahí en movimiento, que necesariamente hay que salir moverse, disfrutar de lo que me da la ruta. El ver lugares distintos, personas, comidas, culturas diferentes y aprender de todos un poco me ha modificado no solo en mi forma de pensar sino también de sentir.?

Los modos de vida, que aparecen como una elección tan libre, posible y ?natural? en los discursos de los viajeros, tienen un contexto de surgimiento con el avance del capitalismo, el neoliberalismo, la globalización, la urbanización, la fluidez de las relaciones sociales y la desestabilización de las categorías sociales de la modernidad. La sociedad actual conduce a los sujetos a la necesidad de una identidad propia y de la individualización. En este sentido, Pinheiro (2010) plantea que la cuestión de los estilos de vida está relacionada a los procesos de individualidad en la sociedad, sobre todo en las grandes ciudades ya que, como plantea Velho (2010), la experiencia cosmopolita, amplía el universo de experiencias y el acceso a modos de vida diversos y alternativos. La elección de un ?estilo de vida? como parte de esa individualización, podría llegar a ser hasta más significativa que la clase social, pero está siempre condicionada por factores como la edad, la clase, el género, la raza y la etnicidad, es decir, no son elecciones descontextualizadas, ni absolutamente libres (Wheaton, 2004).

Aquellos que eligen el viaje como modo de vida son identificados en la literatura con diversos nombres: ?mochileros?, ?trotamundos?, ?nómades?, ?nómades globales?, ?neo-nómades?, ?viajeros posmodernos?, ?hippies?, ?ciudadanos del mundo?, entre otros. (Bauman, 2000; Cabello, 2014; Duplanic, 2005; Espinosa, 2012; Monteiro Silva, 2011; Richards y Wilson, 2004). En cada caso sus prácticas y representaciones los caracterizan, a veces en similitud o diferencia con otros viajeros y turistas.

Sin embargo, no son todas éstas las identificaciones que utilizaban los viajeros a los que yo etnografié. Caleb, un viajero mexicano que conocí por Couchsurfing en Montevideo, se autodenominaba como ?el Chapulín Mochilero?, Chapulín [10] ya que viajaba disfrazado de este personaje y mochilero porque, al igual que Nikolas y Luri, llevaba en su mochila todo lo necesario para su viaje. Otros, como Tony, un viajero argentino de Tucumán que conocí en Máncora, Perú, se identificaba por contraste con el turista y el mochilero, él se consideraba un forastero:

Me considero un forastero (...) Se aplica a la persona que proviene de otro lugar. (...) En mi caso, es poder tener un contacto descontaminado de lo que brinda el turismo por ejemplo. Ver más la vida del lugar, la cotidianeidad del lugar, más original, simple, más de raíz. Buscar el mercado del lugar, ver quién es el panadero, el verdulero. Yo quiero ser uno más. (?) Siempre intento ser yo: Tony. Pero adaptarme a cada sitio, ser un forastero. Un forastero siempre está en búsqueda de trabajo, de ser quien es en cualquier parte del mundo, de adaptarse. El mochilero por el contrario no siempre trabaja, no siempre se queda.

Al igual que Cabello (2014), Espinosa (2012) y Monteiro Silva (2011) en sus trabajos, a través de Tony y algunos otros viajeros observé que muchos de ellos construyen una ?identidad contrastante? 11 (Cardoso de Oliveira, 2007) respecto a la de sus turistas, diferenciando sus prácticas, los lugares ocupados-visitados, sus percepciones del lugar, sus formas de interactuar con los ?locales?, etc.

Aunque estos viajeros difieren en su denominación y en alguna de sus prácticas, comparten varios de los principios que ellos consideran esenciales. Los tres se identifican con la imagen del viajero que vive el presente, que se vincula con el entorno para obtener los medios para reproducir su modo de vida, que aprovecha cada oportunidad que se le aparece, que mantiene una vida austera y alejada del consumo, que lleva en su mochila todo lo necesario para su viaje practicando el desapego de lo prescindible, entre otras.

Una metodología desafiante

Una vez tomada la decisión de investigar sobre los nómades contemporáneas y de indagar en lo ya escrito sobre el tema, tocaba decidir la metodología a utilizar. En realidad, la decisión se dio de forma conjunta, sabía que quería hacer una etnografía sobre este tema, en principio porque investigar sobre un modo de vida, algo tan integral y abarcativo, necesitaba de una metodología que pudiera dar cuenta de las múltiples dimensiones en que esto atraviesa al sujeto. En particular, la etnografía, como método específico de la antropología, me aportaba una riqueza y variedad de datos y una mirada global a la vez que singular que resultaba esencial para una investigación sobre una temática como la de los viajeros que adoptan el viaje como estilo de vida. Estoy convencida de que casi ningún otro método podría haber captado y representado la diversidad y amplitud que propone este tema de estudio con tal fidelidad.

La dificultad estaba dada por la característica principal de estos sujetos: eran sujetos en constante movimiento. La tradicional etnografía malinowskiana no era una posibilidad al ser los viajeros multipertenecientes, al habitar distintas ciudades y lugares, poner en constante diálogo lo local y lo global, ampliar su ?campo de posibilidades? en los diversos agenciamientos, transcurrir por experiencias complejas moviéndose en distintos planos, articular diversas redes de socialización y forjar identificaciones no homogéneas. Por estas razones, investigar sobre el modo de vida de los viajeros era complejo y demandante, e implicaba entender y reconstruir trayectorias diversas y muy densas que se habían ido trazando en cada uno de los espacios y tiempos habitados. Estudiar a los viajeros implicaba que lo trasnacional [11] de sus prácticas se tornara un eje fundamental a la hora de elegir una metodología, de llevar adelante la investigación misma.

La opción fue continuar con una etnografía, pero aprovechar las nuevas potencialidades que ésta puede asumir. Como plantean (Calle y Villarreal, 2017: 58):

(?) la etnografía produce un conocimiento situado que, sin embargo, no está vinculado a un territorio, tiempo o lugar físico determinado, sino que (...) ? especialmente cuando se trata de migrantes y otros sujetos móviles o en el estudio de comunidades virtuales ? puede ser realizada de forma simultánea en diversos puntos o contextos trasnacionales e incluso en el ciberespacio. En sintonía con los nuevos tiempos, nuevas tecnologías y nuevas modalidades de interacción, la etnografía asume, entonces, nuevos rasgos y nuevas potencialidades.

En esta línea elegí realizar una etnografía multilocal (Marcus, 2001), también conocida como etnografía trasnacional o multisituada. Esta etnografía sigue las redes, conexiones y relaciones ya que reconoce la heterogeneidad de espacialidades en las que se debe desarrollar la práctica etnográfica porque lo que se busca investigar es móvil, global y múltiplemente situado. De esta forma, esta metodología rompe con ese clásico concepto malinowskiano de que el trabajo de campo debe hacerse instalándose por tiempo prolongado en un sitio, único, fijo y distante geográfica, temporal y afectivamente del etnógrafo, como única forma de suministrar una visión objetiva y contextualizada de los datos culturales en la vida social tal como es vivida por los miembros de esa cultura. Asimismo, la etnografía multisituada desafía la idea de que las culturas son localizables en lugares únicos. En este sentido, comparto el planteo de Perret (2011: 59) ?cada vez resulta más difícil seguir pensando la diversidad humana como inscripta en culturas cerradas o independientes?.

Para repetir y reforzar el porqué de una etnografía multilocal, cito el libro de Guille, Cat y sus dos hijos (Urrutia y Romanelli, 2015), una familia de viajeros uruguayos que etnografié en mi tesis:

En 1999 partimos de viaje con veintitrés años rumbo a México corriendo atrás del sueño de recorrer toda Latinoamérica por tierra. Casi dos años después volvíamos a Uruguay siendo otros. ?El viaje? nos había parido de nuevo y nació en nosotros una necesidad de buscar, de conocer, de crecer en libertad caminando por el mundo. Desde entonces no hemos parado; son muchos años viajando por Latinoamérica, regresando constantemente a Uruguay y pegando un par de saltos por Europa y Asia, sumando hermanos, hermanas y sobrinos.

(...) Hoy continuamos viajando, creando, creciendo, aprendiendo y soñando intensamente junto a nuestros hijos Unay y Mitaí.

En este texto resulta evidente lo trasnacional de sus prácticas. Ellos viven caminando por el mundo, yendo de acá para allá. ¿Cómo se podría dar cuenta de este modo de vida si no es siguiendo con ellos parte de su viaje? ¿Se puede captar todo lo que implica el vivir viajando haciendo campo solo en un lugar fijo? Estos sujetos, así como sus prácticas, son móviles, son globales y es necesario dar cuenta de esto, para ello es imprescindible trascender los límites de lo local, como dicen Calle y Villarreal (2017) estar acá, ahí y también allá. Observar sus prácticas desde perspectivas multisituadas permite ir construyendo sus contextos y trayectorias para entenderlas holísticamente y en profundidad, así como ayuda a analizar las diferentes realidades espacio-temporales de formas mucho más vinculadas e integrales.

Por otro lado, aunque lo multilocal de la etnografía fue fundamental y definitorio a la hora de hacer campo, hay otros aspectos de la metodología que me gustaría sobrevolar.

Con los cambios devenidos a partir de 1960, con la caída del colonialismo, los movimientos de liberación, los aportes del feminismo a la academia, la polémica desatada tras la publicación de los diarios de Malinowski en 1967 y con el creciente interés por realizar etnografías en la propia sociedad del investigador, se fueron reconceptualizando ciertos aspectos de la práctica etnográfica: la desmitificación del investigador asexuado, invisible y omnipresente en el campo (Guber, 2001) y el cuestionamiento de la neutralidad del investigador, la objetividad de la investigación, la transparencia de la observación de campo y el texto que se produce (Abeles, 2008).

En este contexto, Geertz (2003: 24) plantea que ?la etnografía es descripción densa? y que hay que atender al detalle para interpretar las significaciones de los hechos sociales. Marcus y Fischer (2000) enfatizan la necesidad de llevar ese detalle a la escritura para que los lectores puedan acceder a los procedimientos que se utilizaron en el trabajo de campo, los datos recolectados acerca de la otra cultura y las reflexiones personales y teóricas del etnógrafo. Garfinkel habla de la reflexividad del etnógrafo para cuestionar la neutralidad del investigador como generador de conocimiento lo que exige la conciencia del mismo sobre sus condicionamientos sociales y políticos, de género, edad, raza, etnia, clase social, afiliación política y su epistemocentrismo, factores que limitan el trabajo de campo y el relacionamiento con los sujetos (Guber, 2001). Asimismo, quiero traer a Donna Haraway (1995:12) con su concepto de ?conocimiento situado?, las perspectivas son parciales y encarnadas en un cuerpo histórico y social y es desde éste que se habla, ?solamente la perspectiva parcial promete una visión objetiva?. Último, pero no menos importante, respecto a la escritura el cómo representamos a los otros y cómo se va a escribir sobre ellos es fundamental. Clifford (1991) plantea la necesidad de introducir el diálogo, la polifonía en la escritura y los sentimientos del investigador, ya que estos también conforman y condicionan la generación de conocimiento.

En mi etnografía busqué poner en juego los elementos recién mencionados, aposté a considerar y presentar la diversidad de historias, experiencias y relatos de los personajes etnografiados, respetando sus formas de comunicarse y expresar ideas, incluí conversaciones, intercambios, escenas narradas en primera persona, tanto de los viajeros como mías. Procuré que en la lectura quedara evidenciado y establecido que no aspiré a llegar a verdades únicas, eternas e inamovibles, sino que, por el contrario, a presentar distintas situaciones contextualizadas espacio-temporalmente que nos ayudaran a comprender mejor el modo de vida de estos viajeros y sus elecciones.

Pensando el campo y afrontando sus desafíos

Como ya mencioné, las cuestiones de tiempo y espacio de esta etnografía fueron bastante particulares por las características de los viajeros como tema a investigar. El viaje como modo de vida es un fenómeno que difícilmente podría ser reducido a límites espaciales y temporales ya que los viajeros no conforman una comunidad única que se manifieste en un espacio y un tiempo particular, por el contrario, son viajeros diversos que están en constante movimiento y que siguen distintas rutas, asentándose por un tiempo indeterminado que puede ir desde algunos pocos días a uno o varios meses. Los viajeros son multisituados, globales y de conformación diversa.

Empezar a pensar el campo fue sin duda un gran desafío. ¿Dónde lo desarrollaría? ¿Qué países podría visitar? ¿De dónde obtendría la financiación? Estas y otras preguntas fueron surgiendo. En un principio, cuando comencé a pensar la etnografía, me propuse hacer trabajo de campo solo en Montevideo, la ciudad en la que vivo, básicamente porque mi rutina, trabajo y estudio, no me permitían viajar por tiempo prolongado, al menos no a esa altura del año. Por esta razón, decidí que mi etnografía multisituada se desarrollaría en algunos hostels de Montevideo, hospedando viajeros en mi casa por Couchsurfing, en los encuentros semanales de Couchsurfing, recorriendo lugares de la ciudad donde sabía se juntaban viajeros, y virtualmente a través de usuarios y páginas de Facebook, sitios web, y Blogs, como el de Aniko Villalba, una famosa viajera argentina.

Esta fue, sin duda, una primera etapa en la que contacté con varios viajeros, pero no todos ellos viajaban como modo de vida. Sin embargo, el intercambio con todos ellos me ayudó a definir mejor cómo discernir ese difuso límite entre quien viaja como mochilero por un tiempo y quien realmente elige desarraigarse de todo para emprender un viaje por tiempo indefinido. En este sentido, las preguntas ?¿qué planes tenés a futuro??, ?¿qué proyectas más adelante?? o ?¿qué vas a hacer en un tiempo?? definían ese límite. Respuestas del estilo ?Para mi viajar es la vida misma. No sé vivir de otra forma? de Ricardo, o ?Si me preguntas qué me imagino de mí mañana, solo te podría responder que vivo el presente y mi presente es viajar? del Chapulín Mochilero, eran elementos clave. A su vez, me basé también en el tiempo que las personas llevaban viajando, por ejemplo, Cat y Guille que viajaban desde 1999, o Gianni, Lauro y Pol, tres viajeros uruguayos, que llevaban más de cinco años viajando.

Un tiempo después, tuve la oportunidad de ir a Buenos Aires, Argentina, a hacer trabajo de campo por algunos días. Me quedé en un hostel en el centro de la ciudad en el que conocí a muchos viajeros, la mayoría turistas o mochileros de viajes cortos. El estar ahí me hizo dar cuenta de algo evidente, Montevideo es una ciudad muy chica lo mismo que Uruguay como país, muchos de los viajeros se saltean mi país por desconocido, por desinterés, por considerarlo igual a Argentina. Si no hubiera ido, si no hubiera salido de lo local no habría podido evidenciar esto y el hecho de que debía, sin duda, irme de viaje por un tiempo. A partir de esto tomé la decisión de aprovechar mis vacaciones en enero y parte de febrero y partir de viaje como mochilera. Obviamente me surgió algo de miedo de hacerlo sola, así que invité a una amiga.

Decidimos emprender el viaje un 27 de diciembre. Gabriela y yo teníamos Perú y Ecuador como destino. No habíamos resuelto nada más que las primeras dos noches en un hostel de Lima, Perú, ciudad a la que llegaba nuestro vuelo. El resto era azar, ver qué nos recomendaban otros viajeros, seguir rutas con ellos, y adoptar ese estilo de vida. Aunque al principio surgieron varias dudas y preocupaciones, sobre todo de Gabriela que no podía creer que nos fuéramos un mes y medio sin nada resuelto más que dos noches y sin haber investigado nada en el mapa, en seguida nos sentimos cómodas y nos adaptamos a esa lógica.

Solo acordamos que no destinaríamos mucho dinero al alojamiento, que siempre que pudiéramos nos quedaríamos por Couchsurfing o a través de contactos, ya que el viaje nos lo financiábamos nosotras. Esto nos trajo algunas situaciones incómodas: alojarnos dos chicas solas en casas de hombres, que fueron los únicos que aceptaron nuestras solicitudes de alojamiento por Couchsurfing, podía generar confusiones, en algunas oportunidades hicieron alguna que otra insinuación sexual y otras veces al considerarnos ?gringas? manifestaban intenciones de que compráramos regalos o cosas para ellos. A pesar de esto, no tuvimos ningún percance.

El primer destino fue Lima, como dije, luego fuimos a Ica con su oasis Huacachina y de allí a Paracas que era cerca. Esa primera semana la compartimos con Jota, un chico peruano que se fascinó con la idea de viajar un tiempo, así que nos siguió. En Paracas, que era bastante más turístico que Ica, conocimos a varios viajeros que nos contaron que hacían intercambios en hostels de trabajo algunos días a la semana por alojamiento y comida. De allí fuimos a Nazca, luego a Arequipa por unos días y después a Cuzco y Aguas Calientes a visitar el Machu Picchu. Las diferencias eran notorias, cada sitio tenía sus características y convocaba a distintos tipos de viajeros con distintas lógicas de viaje. Estuvimos en Perú cerca de veinte días y partimos a Ecuador.

La segunda etapa del viaje nos permitió acercarnos aún más a gente que elegía vivir viajando. Ecuador parecía ser un lugar más propicio para este tipo de prácticas. Los viajeros argumentaban que Perú era demasiado turístico y por ello mucho más caro, también que en Ecuador llegabas mucho más fácil a la gente del lugar y que eran más amables porque no querían obtener dinero ni beneficios de los viajeros.

En Ecuador estuvimos también unos veinte días. Primero en Quito, que nos resultó muy impactante en comparación a lo que eran las ciudades de Perú. Lamentablemente, en nuestra estadía en un hostel en el barrio La Mariscal no conocimos muchos viajeros, pero en seguida partimos a Mompiche, una playa en la costa al norte del país. La diferencia fue clara. Allí había muchos viajeros, sobre todo en los campings y los terrenos no regulados. Muchos de estos viajeros nos indicaron que siguiéramos por la costa hacia el sur, Canoa, Puerto López y Montañita, todos ellos llenos de turistas y muchos viajeros. De allí a Baños y Cuenca, dos pequeñas ciudades, la primera más pequeña que la segunda, en las que conocimos a varios locales, pero pocos viajeros. Al volver a Lima para tomar el vuelo pasamos por Máncora, una playa al norte de Perú, donde conocimos varios viajeros también.

Ese mes y medio de viaje fue muy enriquecedor y me permitió avanzar muchísimo en la etnografía. Al volver a Montevideo comencé la escritura de la tesis, luego de sintetizar y analizar muchas notas de campo, relatos en mi diario, entrevistas y charlas con viajeros. Por suerte seguí en contacto con muchos de ellos, por lo que pude, de cierta forma, acompañar sus viajes, pero a la distancia.

Tiempo después me anunciaron que había ganado una beca para realizar un curso de la DAAD (Deutsche Akademische Austausch Dienst) por un mes y medio en la ciudad de Düsseldorf, Alemania. La oportunidad era perfecta ya que además de hacer el curso podría quedarme un tiempo más para viajar por Europa y conocer otros lugares en los que los viajeros se movían. Esta vez también acompañada, por Adela, una chica argentina que conocí en mi estadía en Düsseldorf. Juntas decidimos recorrer parte del este de Europa: Budapest (Hungría), Bratislava (Eslovaquia), Viena (Austria), Varsovia (Polonia), Berlín (Alemania).

Viajar por Europa y hacer trabajo de campo allí fue muy distinto a la experiencia en Latinoamérica. Las dinámicas eran otras. Se tornaba muchísimo más difícil establecer vínculos con locales y conocer viajeros. Lo distendido y fluido que había resultado hacer trabajo etnográfico en Perú y Ecuador, no parecía ser igual al otro lado del Atlántico. De todas formas, algunos, aunque pocos, viajeros pude contactar y compartir.

Volver nuevamente a Montevideo implicó poner en diálogo todo esto y profundizar en el entendimiento de cómo varían las dinámicas turísticas de estos viajeros en distintos lugares del mundo. Buenos Aires, con un contexto histórico y cultural similar al de Montevideo, pero con otras dimensiones y alcances, Ecuador y Perú, que parecían ser de los sitios más elegidos por los viajeros al recorrer Latinoamérica, y Alemania y Hungría, que permitieron visualizar cómo se dan estas dinámicas en otros sectores del mundo.

El trabajo de campo, que finalmente se dio en diversos idiomas (español, inglés y alemán), permitió el acercamiento a varios sujetos viajeros y a diversos espacios ocupados por ellos. Lamentablemente, por cuestiones de extensión, en el resultado escrito no pude plasmar todos los casos etnografiados ni todas las situaciones y lugares abarcados. Opté por considerar los casos más paradigmáticos como ejes estructurantes de cada capítulo e incluir la mayor cantidad de ejemplos que ayuden a solidificar los conceptos trabajados.

El trabajo de campo fue sin duda muy interesante pero muy desafiante. A continuación, me gustaría comentar algunos de los aspectos que me llevaron a reflexionar sobre mi práctica.

Al leer etnografías clásicas encontré, en general, un capítulo o una sección que refiere a la entrada al campo y responde a cuestiones como: cómo se generó el contacto con los interlocutores, cuáles fueron las primeras impresiones, cómo se dieron los primeros intercambios, qué dificultades y facilidades hubo a la hora de establecer vínculos. Esto presenta un ingreso al campo que se da en un momento específico, como una instancia única e irrepetible que da inicio a la investigación etnográfica. Habla de un campo focalizado, delimitado en un área geográfica concreta y con una población definida.

Investigar los viajes, en particular las personas que eligen el viaje como modo de vida, me exigió sobrepasar estos límites de un único campo, para llevar adelante, como mencioné antes, una etnografía multisituada, es decir, para adentrarme en múltiples campos. Por lo tanto, a diferencia de las etnografías clásicas, podría decir que esta etnografía implicó diversas entradas y salidas al campo, se desarrolló en distintos espacios, tanto físicos como virtuales, y se generó contacto con personas que no pertenecían a una misma comunidad, a pesar de tener prácticas o discursos similares.

El hecho de que esta etnografía no estuviera conformada por un único campo, sino que tuviera multiplicidad de ellos, me generó, por un lado, una serie de facilidades en la investigación ya que cada nueva instancia me permitió ir corrigiendo los acercamientos y no cargarlos con situaciones previas que pudieran afectar o condicionar el vínculo con los sujetos etnografiados. Sin embargo, por otro lado, me surgieron ciertas dificultades. Se está constantemente entrando a distintos campos y generando nuevas relaciones que no siempre admiten tener múltiples encuentros para profundizar, esto me ha generado un cierto nivel de ansiedad e inseguridad respecto a qué tan suficiente fue lo investigado en cada campo en particular. Cabe señalar que observé que los viajeros estaban abiertos, predispuestos y acostumbrados a generar nuevos vínculos que, en general, se volvían profundos con pocos encuentros. Entonces, en los viajes junto a estas personas, aunque el contacto no fue prolongado en el tiempo, si se dio de forma intensa y permanente durante unos tres o cuatro días. Pero, de todas formas, siempre me quedaba la interrogante de hasta qué punto esas formas no eran parte de una primera fachada de la persona. Como mencionan Calle y Villarreal (2017: 62) esto es vivido como ansiedades metodológicas: el miedo a la falta de riqueza informativa, a la no profundidad de análisis, o a una menor atención hacia lo subalterno.

A su vez, la dificultad surgía cuando al analizar todo el material recopilado en instancias tan intensas, me surgían algunas dudas o cuestiones que no admitían un siguiente encuentro debido a las distancias geográficas y temporales. Por suerte, muchas veces, luego de estos viajes, permanecía el contacto virtual, vía redes sociales como Facebook o WhatsApp, que me permitía seguir las diversas trayectorias de los viajeros.

Escribiendo la etnografia

Como mencioné anteriormente, la etnografía contiene un proceso de escritura que procura contemplar, con frescura y la mayor naturalidad posible, la información recolectada, las experiencias vividas, los encuentros, conversaciones y entrevistas, las reflexividades de los etnografiados y del investigador, entre otras cosas. Esto me implicó una tarea poco sencilla, en la que debí encontrar la forma de sintetizar lo vivido, de analizar lo recolectado, de incluir lo leído, pero también de expresar con fidelidad como se dieron los sucesivos encuentros de forma tal que cualquier lector pudiera reconstruir esos sucesos del trabajo de campo.

A su vez, realizar una etnografía sobre modos de vida es una tarea ardua y compleja ya que requiere un análisis holístico e integral de todo lo que implica un estilo de vida: preferencias en cuanto a prácticas, experiencias, consumo de productos, disposiciones corporales, discursos, etc. En efecto, escribir sobre un modo de vida tuvo múltiples aristas que debí abordar en un texto que buscó plasmar la variedad de escenarios en los que ese modo de vida se expresa. Esta doble complejidad se tornó dificultad a la hora de comenzar el proceso de escritura, sin embargo, logré delinear tres grandes capítulos en base a los tres ejes que fueron guiando mi trabajo de campo, la investigación y el análisis de las prácticas, los discursos y las representaciones de los que viven viajando por tiempo indeterminado. Estos ejes fueron:

? el sujeto respecto a su autorepresentación, sus búsquedas y sus vínculos con otros

? las prácticas y representaciones en torno al espacio y al tiempo

? las vivencias y representaciones en relación a las formas de financiarse y al trabajo.

De esta forma se escribieron los siguientes capítulos:

El primero, ?Recorrido histórico y teórico. Del viaje y sus formas?, es un capítulo histórico y teórico que propone una revisión de las distintas formas de viajar desde los comienzos de la humanidad hasta la actualidad. Hace énfasis en las formas actuales del turismo, el turismo mochilero y la elección del viaje como modo de vida.

El segundo capítulo, ?Entre sujetos, identificaciones y presentaciones del yo. Eligiendo ser nómade en la sociedad contemporánea? plantea una aproximación teórico-etnográfica en torno a los relatos y vivencias de algunos viajeros, en particular los de dos viajeros: Nikolas y Caleb, el Chapulín Mochilero. Esta parte se corresponde al primer eje de la investigación, observar cuáles son los- discursos y prácticas de los viajeros en torno al vínculo con "locales" y otros viajeros, y en torno a su persona, cómo se identifican y presentan como viajeros, cuáles son sus motivaciones y búsquedas respecto al viaje.

En el capítulo tres, ?Cronotopos. Habitando nuevos espacio-tiempos? se hizo una reconstrucción teórico-etnográfica en torno al segundo eje de la investigación: las prácticas y representaciones respecto al espacio y al tiempo. Aquí se abarcan las problemáticas de los espacios y las formas de habitarlos cotidianamente, qué lugares frecuentan los viajeros, cómo se relacionan con los territorios, dónde se hospedan, entre otras cosas. Asimismo, se investigó la percepción, vivencia y construcción del tiempo y de la articulación espacio-tiempo. Para esto se trabajó en torno a las experiencias de varios viajeros, en particular las de Ricardo, Guille, Cat y sus hijos, y el Coio, un viajero uruguayo que reencontré en Montevideo.

El último capítulo, ?De finanzas y labores alternativas. Subsistiendo en la sociedad actual?, es también de carácter teórico-etnográfico y busca analizar, a través de las prácticas y discursos de viajeros como Gianni, Pol, Lauro y otros, cuáles son las formas de financiamiento para reproducir el modo de vida nómade, qué representaciones se tienen de las mismas como prácticas laborales, y cuáles son los discursos respecto a las formas de trabajo más tradicionales.

Asimismo, en los distintos capítulos se incluyeron fotos de los viajeros y de algunas de las situaciones descritas por ellos. Varias fotos fueron tomadas por mí y otras fotos fueron presentadas por ellos y me permitieron incluirlas en la tesis.

A continuación, expondré algunos de los resultados obtenidos de la investigación y escritura de la tesis. Estoy convencida de que esto permitirá esbozar mejor de qué forma se dio el trabajo y cuáles fueron sus resultados. Aclaro, por último, que las vivencias y experiencias de los viajeros mencionados pueden leerse en la tesis ?Eligiendo ser nómade en la sociedad contemporánea? (Oyhantcabal, 2016).

Los sujetos que eligen el viaje como modo de vida abandonan cualquier proyecto que implique la sedentarización y se embarcan en un andar constante que les implica el desarraigo a un territorio fijo y a ciertos bienes materiales, el abandono de vínculos cotidianos, la búsqueda diaria de sustento para reproducir su modo de vida, la renuncia a estabilidades y seguridades respecto al futuro, entre otras cosas. En particular, los proyectos de vida que eligen los viajeros podrían ser considerados como ?alternativos?, ya que sostienen prácticas y discursos que buscan separarse de las formas más ?hegemónicas?.

Como ya comenté, a lo largo del trabajo etnográfico observé que, en sus prácticas y discursos, los viajeros buscan separarse de las formas de viaje relacionadas al turismo. A pesar de que ciertas formas del turismo, como podría ser el turismo mochilero, pueden situarse cercanas al viaje como modo de vida, y aunque muchas veces visitan los mismos sitios, aparece en los viajeros un tipo de identificación por contraste con la figura del turista, ya que entienden que el turista establece un contacto superficial y poco ?genuino? con los lugares visitados y con los ?locales?, que está atravesado por el consumo y el mero disfrute. En contraposición, los viajeros con los que se trabajó manifiestan estar motivados por búsquedas más profundas del ser, de la existencia, del cómo vivir y disfrutar de la vida. Aparece en ellos, como mencionaba Maffesoli (2004), la búsqueda de una transformación cualitativa de su existencia, de su relacionamiento con otros sujetos, espacios y objetos.

Como ya mencioné, estos viajeros enuncian algunas características valoradas positivamente como son la espontaneidad, la aventura, lo auténtico, la vida austera y alejada del consumo, el desapego material, el vivir el presente, el aprovechar lo que las circunstancias brindan. Algunos, además, se aproximan a filosofías y hasta religiones, como el budismo, como forma de encontrarse a sí mismos.

Se ha observado que estas búsquedas personales y las motivaciones que los llevaron a partir de viaje están muy relacionadas a las trayectorias individuales de cada sujeto, a las realidades en las que estaban inmersos anteriormente y a las aspiraciones particulares de cada uno. Los motivos del viaje son diversos: algunos ya proyectaban vivir de esta forma desde tiempo atrás, otros se encontraban saturados o disconformes con su vida o aprovecharon un período de transición, como el fin de estudios o el despido del trabajo, para emprender el viaje. Aunque existen características y búsquedas comunes en los viajeros, no existe una teoría de fondo que los agrupe en un colectivo con objetivos compartidos y una organización en pos de una transformación específica. Proyectan, a través de sus prácticas y discursos, cambios que buscan una transformación de su realidad individual y no un cambio a nivel colectivo.

Como plantea Espinosa (2012) se reconocen dos grandes categorías de viaje: el viaje como experiencia individual y el viaje como movimiento histórico y colectivo. Entonces, el viaje, en el caso de quienes lo viven como modo de vida, toma una dimensión más experiencial y personal sin adquirir la dimensión que supera lo individual para volcarse a lo colectivo. Esto, según Velho (2010), puede ser visto como superficial, desligado de las raíces regionales y nacionales, descomprometido con el mundo doméstico y familiar.

En efecto, el viaje como modo de vida podría, de cierta forma, ser visto como una materialización de las descripciones que realiza Bauman (2000) de la sociedad actual. La imprevisibilidad, la falta de certezas, la libertad ilusoria, el desarraigo, la reticencia a establecer vínculos duraderos, la inestabilidad, el cambio constante, la búsqueda del goce y la satisfacción personal, serían varios de los puntos compartidos. Empero, aunque toman estos principios propios de la sociedad capitalista actual, eligen quedarse al margen de otros como el consumo material, ya que apuestan a una vida austera en la que consumen lo necesario para reproducir su modo de vida. Aquí, se observa nuevamente un punto de diferenciación con el turista, quien consume una gran cantidad de servicios y bienes materiales de la oferta turística, sin practicar de forma tan pronunciada el desarraigo, la desvinculación y la inestabilidad.

En relación a los vínculos, muchos de los viajeros terminan optando por viajar solos debido a la incompatibilidad de búsquedas u objetivos con otras personas, o porque se sienten más libres de esta forma. Por esta razón, los vínculos con ?locales? y otros viajeros se viven con mayor intensidad, tanto desde las experiencias negativas como las positivas.

En el contacto entre viajeros, y viajeros con ?locales? se pone de manifiesto lo que Pratt (2010) denomina ?zona de contacto?. Las diferencias socio-económicas y culturales pueden acentuarse y conducir al rechazo o a la aceptación. Se observa que en los vínculos se dan situaciones en las que los ?locales? buscan aprovecharse de la situación del viajero, así como otras en las que se solidarizan con el mismo. De una forma u otra, todos los viajeros con los que se trabajó en la tesis basan su viaje en estos vínculos de solidaridad, ya que reciben hospedaje, transporte y hasta financiación de personas que encuentran en su andar.

A pesar del rol fundamental que cumplen los vínculos con los otros, el desarraigo, o el arraigo dinámico, está siempre presente. Como plantea Maffesoli (2004), el arraigo dinámico es la interacción dialéctica entre la movilidad y el sedentarismo, necesaria para concretar el viaje como modo de vida. Entonces, en la travesía estos viajeros se abrieron a experiencias y vínculos nuevos y desconocidos, se despojaron de algunos arraigos y se aferraron a otros, reafirmaron, renovaron y transformaron su forma de ser en el contacto con otros lugares y personas. Se observa que el proceso de descubrirse extranjero en contextos nuevos les permite pensarse desde otro lugar, construir nuevos sentidos para su vida y deconstruir aquellos que estaban naturalizados.

Respecto a las formas de habitar los espacio-tiempos se observa que algunos viajeros resignifican y se reapropian de la calle, la ruta u otros espacios públicos, como parques, plazas y peatonales, duermen allí, los utilizan para poner en práctica sus artes callejeras o establecen contactos con viajeros que configuran redes de intercambio y de información. Varios utilizan Couchsurfing para viajar por entenderlo una forma de hospedarse gratuitamente y de vincularse con ?locales? de forma ?genuina?. Otros optan por los hostels que funcionan como enclaves que reproducen un ambiente familiar y promueven la vinculación entre viajeros. Los hostels son pensados en función de las necesidades que los viajeros puedan tener para poder reproducir las lógicas de consumo típicas de sus sociedades. Por esta razón, varios de los viajeros con los que se trabajó manifestaron rechazo a este tipo de alojamientos.

En lo relativo al tiempo, aunque permanece la proyección a futuro típica de la sociedad occidental, prevalece una forma de vivenciar el tiempo orientada al presente. Varios viajeros manifiestan su intención de experimentar y disfrutar el presente, sin presiones ni planes a futuro. Esto les permite sacar mayor provecho y goce de cada oportunidad. Viven la vida como una concatenación de ?instantes eternos? presentes (Maffesoli, 2001).

Por último, en lo que refiere a las formas de financiarse para reproducir su modo de vida, se ha percibido un interés por poner en práctica formas laborales y de financiación que no les impliquen la sedentarización o el arraigo a un territorio fijo o institución laboral. Es así que optan por formas de financiación que se ubican por fuera de las formas tradicionales de trabajo asalariado y que no les signifique confinamiento ni sacrificio. Muchos viajeros optan por las artes, viven de sus actividades artísticas, malabares, pintura, diseño gráfico, poesía, música, etc. como forma de revalorizar lo cualitativo en el trabajo. La mayoría de los viajeros con los que se trabajó aprovechan también las temporadas turísticas para trabajar zafralmente en hostels, en gastronomía, construcción, entre otros.

Reflexiones finales

En este artículo procuré acercarlos a la metodología de mi tesis y sus desafíos, así como recorrer, brevemente, algunas de las características del trabajo de campo y sus resultados. En términos generales, podría decir que, con lo que me enfrenté al investigar para escribir esta tesis ? Eligiendo ser nómade en la sociedad contemporánea. Una aproximación a las prácticas y discursos de quienes eligen el viaje como modo de vida? fue con el problema y hasta dificultad de la movilidad espacial de mis sujetos de estudio, los viajeros. En un principio esto me obligó a encontrar otras formas de la etnografía que pudieran responder a las características de mi tema a investigar, es decir, como ya mencioné varias veces, que admitiera que el trabajo de campo se diera en lugares diversos y a través de distintos formatos. Para quienes ya estudian, desde la antropología, sujetos móviles, como los migrantes, puede resultar una obviedad el uso de la etnografía multisituada, pero fue para mí un gran desafío en su comienzo.

A su vez, el desarrollo mismo de la práctica etnográfica hizo que entendiera también lo fundamental de hacer trabajo de campo trasnacional, es decir, salir de mi país para poder visualizar esas dinámicas en otros lugares del mundo. La riqueza que aporta la posibilidad de ver el fenómeno en distintos lugares es muy importante, pero acompañada de ella viene la ansiedad que genera el no poder estar ahí, allá y en todos lados, o que el estar ahí implique abandonar físicamente el allá.

El camino fue extenso y demandante. El trabajo de campo, que desarrollé en distintos momentos, me condujo a la recolección de muchísimos datos, relevantes y variados, que fui procesando, analizando y sintetizando. Como en todo proceso de escritura, muchos de ellos debieron ser dejados de lado por cuestiones de extensión o relevancia. Sin embargo, considerando esta diversidad de datos, los distintos niveles de profundización que admite cada subtema y la diversidad de abordajes posibles, no me queda duda que hay mucho para seguir investigando y aportando a la comunidad y al conocimiento en sí. Por ejemplo, considero que un elemento en el que resulta esencial profundizar para enriquecer el análisis sobre este tipo de fenómenos es quiénes son estos viajeros, por qué pueden hacer este tipo de viajes, qué factores económicos, sociales, históricos, así como de clase y género hacen que sea una posibilidad emprender un viaje por tiempo indeterminado. A su vez, creo que sería muy interesante ahondar en el vínculo entre lo sedentario y lo nómade y cómo, en la sociedad actual, lo nómade necesita de lo sedentario. En suma, esas son algunas ideas para seguir ampliando, pero la intención del trabajo fue abrir un posible campo de estudio para Uruguay, ya que lamentablemente éste aún no fue explotado.

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Notas

[1] Maestranda en Ciencias Humanas opción Antropología de la Cuenca del Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República. Becada Erasmus Mundus por oposición y méritos para Master en Estudios de Género y Estudios de la Mujer, Universidad de Granada, España. Licenciada en Ciencias Antropológicas, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República.
[2] La mayoría de las definiciones entienden al turismo como un viaje temporario y voluntario cuyo objetivo es visitar un lugar alejado del hogar. En las sociedades occidentales está asociado al descanso y al esparcimiento, muchas veces en respuesta a una necesidad de escape o de pausa de la vida cotidiana. Se reconoce que el turismo es una gran industria que no está desvinculada de los procesos políticos, económicos y sociales (Nogués, 2009).
[3] Richards y Wilson (2004), compiladores del libro ?The Global Nomad?, indican que de las 76 publicaciones datadas hasta ese momento sobre mochileros y nómades solo once fueron publicadas antes de 1990. Esto manifiesta que el interés por este tipo de viajeros es muy reciente, probablemente debido a que el fenómeno creció considerablemente o se volvió más notorio en las últimas décadas.
[4] La palabra ?eligen? aquí tiene una importancia especial ya que este modo de vida aparece como una elección libre del individuo que no está atravesada por cuestiones específicamente económicas o políticas. Es decir, hay una distancia importante, que es necesaria enfatizar, entre estos viajeros y aquellas personas que migran o que buscan refugio en otros países.
[5] A lo largo de este trabajo se utilizará el término ?locales? para referir a la gente propia del lugar que los viajeros visitan. Este es un término utilizado por ellos y que aparece muy frecuentemente en sus discursos, por esta razón se opta por mantener el término.
[6] Plataforma web que permite a los usuarios ofrecer servicios de alojamiento y hospitalidad entre viajeros y anfitriones. www.couchsurfing.com
[7] Red social que permite el intercambio de imágenes y eventos, entre otras cosas, y la comunicación entre los usuarios de la página. www.facebook.com
[8] Elijo poner la palabra libre entre comillas para hacer alusión a lo ideológico del término. En realidad, esta ?libertad? de la que se habla en las sociedades occidentales, neoliberales, que permitiría que uno elija el proyecto de vida que más le apetezca, está atravesada por una serie de condicionantes, o sujeciones, como los de clase, género, raza, capital cultural, trayectoria familiar e individual, entre otras.
[9] Traducción propia: ?There are so many ways of traveling and I respect them all. I haven't found anyone like me, 'cause I choose to be poor on purpose. That's the way I found that made me happy, other people find other ways. (?) Well, I think everybody is looking for himself. For a way of life how to live happy and to do what we really wanna do. And it is not easy to know that. And usually a trip to any foreign culture and place is the best way to yourself. Because you can see the difference and see how it also works in a different way. And if you take the challenge of backpacking you will often break and fell, but this is the best opportunity to take your chance to stand up again. And then you figure out to what you are able to do. (...) And little by little you will figure out with what kind of people you fit. And yes! now I can say I know myself better than ever before. But I learn every day.
[10] Personaje de una serie mexicana de nombre ?El Chapulín Colorado?. El personaje es una especie de superhéroe poco común que, a pesar de no contar con los superpoderes con los que cuentan los superhéroes clásicos, conseguía anteponerse y solucionar problemas. Es muy famoso en Latinoamérica. 11 Con este concepto Cardoso de Oliveira refiere al proceso de identificación en el que el sentimiento de pertenencia o adscripción a un grupo se construye a través de la experimentación de oposición, de contrariedad a otro grupo. Esta forma de identidad implica la afirmación de un nosotros frente a los otros, como modo de diferenciación en relación a un grupo o persona a los que se ven enfrentados, negando la otra identidad
[11] Cito a Basch, Glick Schiller y Szanton-Blanc en Calle y Villarreal (2017: 60) ?el transnacionalismo define: ?los procesos en los cuales los migrantes forjan y sostienen múltiples hilos de relaciones sociales que conectan a las sociedades de origen con las de destino?.?


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